Jaié Sará 5782

Si bien la parashá se llama «La vida de Sará», en realidad al comienzo mismo narra su muerte. Fallece nuestra madre Sara, la primera matriarca de la nación hebrea y esposa de nuestro antepasado Abraham.
Sara murió a la edad de ciento veintisiete años y Abraham lamentó y lloró su muerte. Quiere enterrar a Sara en Jebrón, en una cueva que había conocido varios años atrás, donde descubrió que era el sitio de sepultura de Adán y Eva.
El dueño del lugar era Efrón el hitita, quien dice estar dispuesto a darle a Avraham una parcela de tierra como regalo, pero Avraham insiste en pagar. Finalmente, el precio convenido fue de 400 shekel de plata, lo que representaba una enorme cantidad de dinero, lo cual permitió a Avraham adquirir la parcela de tierra que incluía la cueva. Notemos que si bien Abraham poseía el derecho divino, y también hereditario, a esa tierra, igualmente prefirió desembolsar dinero, y mucho más de lo que valía, para que nadie le acusara de robar territorios, y para que ninguno luego viniera con quejas.
Allí fue enterrada nuestra matriarca, en lo que conocemos como la «Mearat haMajpelá», que se puede traducir como «la Cueva de las parejas», pero conocida como «Tumba de los Patriarcas». Ese sería el sitio de enterramiento de la mayoría de patriarcas y matriarcas, al cual podemos visitar incluso hoy, si los ocupantes ilegales (que se hacen llamar palestinos) no se ponen violentos.

Luego la parashá nos pasa a contar que Isaac ya tiene cuarenta años y es hora de cuidar la continuidad del linaje familiar.
De manera regular, Itzjac se hubiera encargado de conseguir esposa, y ya hubiera estado casado hace tiempo; pero ni fue el caso.
Por lo cual, Abraham encomienda a su sirviente más encumbrado a que encuentre para su hijo una esposa. Debía tener en cuenta que fuera de su familia, allá en la lejana zona de Aram, teniendo prohibido emparejar a Isaac con una cananita.
El mayordomo no sabe cómo encontrar una chica adecuada entre todas las hijas de Aram, por ello pide ayuda de a Dios. Entonces, tiene una idea para poner a prueba a la joven dama que sería la novia excepcional: pediría agua de la joven y si ella le daba y también ofrecía para sus camellos, esa sería la señal de que había tenido éxito en su búsqueda.
Llega a Aram y se encuentra con Rebeca cerca del pozo de agua. Ella se revela como una mujer agradable y sensible, y es la que pasa exitosamente la prueba, pues ofrece agua no solo para el siervo sino también para sus numerosos camellos.
Rebeca trae al viajero a su casa como huésped, y cuál no será la sorpresa cuando descubren que Betuel y Abraham son parientes; por tanto, Rebeca e Isaac son primos.
Todo está saliendo como el siervo había pedido al Eterno, para así cumplir con la voluntad del patriarca.
El mayordomo cuenta su misión y ofrece a Rebeca casamiento con el hijo de su patrón, con Isaac.
Los miembros de su familia permiten que ella elija, y la joven acepta.
El siervo reparte regalos ricos y variados a Rebeca y a toda la familia.
Tras lo cual, el mayordomo y la joven parten rumbo a la tierra prometida para el encuentro con Isaac y su inmediato casamiento.
Al conocerse entablan una amorosa relación, pasando ella a vivir en la tienda de Sará y ocupando así el lugar de nueva matriarca de la futura nación de Israel.

Llegando al final de la parashá, se nos cuenta que Abraham desposó a otra mujer, con la cual tuvo hijos, a los cuales educó y luego hizo partir hacia el oriente, entregándoles sabiduría y regalos. Pero queda claro que su heredero material y especialmente espiritual es Itzjac, y no otro.
Fallece Abraham y es enterrado por sus hijos (Isaac e Ismael) junto a Sará, en la cueva de Majpelá.
La parashá cierra contándonos la muerte de Ismael.

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