El Mishkán personal

En el desierto el Eterno ordenó la construcción de lo que en español se conoce como Tabernáculo.
En hebreo se denomina Mishkán.
Proviene de la voz “lishkon”, que es asentarse, morar.
De esta misma voz proviene “shejuná”, que es vecindario; así como “shajén”, que es vecino.
También “Shejiná”, que es la Divina Presencia.
Así pues, Mishkán sería comprensible como el sitio para la morada de Dios.
Por supuesto que morada no ha de entenderse en el sentido literal, finito, idolátrico, sino más bien como un lugar de encuentro particularmente designado, allí en donde Dios aguarda al hombre. Ese sitio puede ser cualquiera, porque no hay lugar fuera de la supervisión constante de Dios. Pero, es el hombre el que precisa de un lugar particular, algo que lo defina, algo que lo enfoque.
Así como todos los días son de Teshuvá –arrepentimiento-, pero se hace hincapié al respecto alrededor de Rosh HaShaná. Todos los días son para ser felices, pero se remarca esto durante el mes de Adar –que estamos iniciando ahora justamente-.
Todos los tiempos y lugares son para el crecimiento, para el encuentro con Dios, para descubrir nuestra multidimensionalidad y unificarnos, pero precisamos de recordatorios, mojones, instituciones que nos lo tengan a la vista.
Tal sería este Mishkan, el lugar de encuentro con Dios, no por ser el único, sino por ser el señalado para tal fin.
Al respecto dice el Eterno:

וְעָשׂוּ לִי, מִקְדָּשׁ; וְשָׁכַנְתִּי, בְּתוֹכָם

"Que Me hagan un santuario, y Yo habitaré dentro de ellos."
(Shemot / Éxodo 25:8)

Un santuario, un Mikdash, para reposar entre los judíos. (Dice realmente dentro de los judíos, pero no me extenderé en este tema que ya lo he tratado en otras oportunidades. Es muy interesante y te recomiendo que uses el buscador aquí arriba para encontrar más al respecto).

Un santuario al que se le acostumbró a  llamar Mishkán, el lugar para que la Presencia habite (por así decirlo) en comunión con la nación judía.
Esto podría parecer como una exigencia terrible para el pueblo, pues implicaría la imperiosa necesidad de estar en estado de “consagración” y “pureza” constantes, sin margen para cometer el mínimo error. Tal como fuera mencionado:

"El Eterno dijo a Moshé [Moisés]: -Desciende y advierte al pueblo, no sea que traspasen el límite para ver al Eterno y mueran muchos de ellos.
Santifíquense también los sacerdotes que se acercan al Eterno, no sea que el Eterno acometa contra ellos."
(Shemot / Éxodo 19:21-22)

Evidentemente estar ante la Divina Presencia no parece cosa de todos los días, sería indispensable un estado de lucidez, de pureza, de santificación, de apartamiento de las cosas “mundanas”, so pena de morir, de ser “acometidos” por las poderosas fuerzas de la santidad que no toleran la manchas de la oscuridad.

PERO, ¡oh sorpresa!
Tenemos evidencia de otra cosa:

לְאֹהֶל מוֹעֵד, הַשֹּׁכֵן אִתָּם, בְּתוֹךְ טֻמְאֹתָם

"… el tabernáculo de reunión, el cual habita con ellos en medio de sus impurezas."
(Vaikrá / Levítico 16:16)

Dios está con nosotros, en medio de nuestros errores.
Él no nos abandona nunca.
No hay un pecado original, o repetido, que quiebre el sagrado lazo con Él.
Nosotros podemos alejarnos con nuestra conducta, confundirnos con nuestras creencias, embotarnos con nuestros pensamientos, sentirnos sin Dios o absolutamente lejos de Él; pero, Él está aquí, ahora, conectado contigo, con su Luz en ti, Su espíritu morando en tu interior.
Tus actos negativos te perjudican, y a tu prójimo.
Tu estilo de vida no acorde con los mandamientos te hacen vibrar negativamente, en estado de impureza, de desconexión.
Pero allí, sin pausa está Su Presencia, morando, a la espera, pacientemente aguardando a que despierte tu conciencia espiritual y comiences el proceso de crecimiento, de reencuentro con tu identidad, de unificación.

Para esto están los mandamientos de la Torá para la nación judía, así como los Siete Mandamientos Fundamentales para los gentiles.
Para que el hombre encuentre el modo de encontrarse consigo mismo y de ese modo con Dios.
En nuestro ser está el sagrado Mishkán, nuestro espíritu, sin importar que tanto “pecamos”. 
Es por nuestro beneficio si lo sabemos y nos preparamos para adentrarnos en este santuario interior, si armonizamos nuestra existencia para estar acordes con el Eterno.

Esa “tienda de reunión”, ese lugar sagrado te habla:

" tabernáculo de reunión, donde Me encontraré contigo para hablarte allí.
También Me encontraré allí con los Hijos de Israel, y el lugar será santificado por Mi gloria."
(Shemot / Éxodo 29:42-43)

Esa vocecita de la conciencia espiritual, de Dios, que nos habla en silencio, desde lo más profundo. No precisa de clamores, ni de rituales, ni de preciadores vociferantes, ni de palabras extrañas, sino que desde tu interior te llama, te encamina, te abraza, te insta a que te encuentres con tu verdadero ser. Que seas noájida si eres gentil, que cumplas lo que te corresponde de los 613 si eres judío.
Sí, esa suave voz que contiene santidad e impulsa a la vida (1 Melajim / I Reyes 19:12).

Por supuesto que el EGO tiene sus voces. algunas pueden disfrazarse de santidad. Es parte del truco de manipularte. Te confundirán con susurros que a toda vista parecen coherentes, llenos de religiosa importancia. Pero, no deja de ser la seducción del EGO. El falso profeta que te habla de “paz, paz” pero te lleva al desastre.

Entonces, está en ti conocerte, definirte, diferenciar lo que es deseo del EGO de la voluntad sagrada.
Está en ti reconocer la santidad de tu vida y procurar fortalecerte para ser digno de lla.
Está en ti vivir como constructor de Shalom, con sentido, sabiendo "para qué” haces las cosas, entonces serás una mejor residencia para el Eterno.

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