¿El niño dictador?

Imaginemos estar en un súper, cualquier mercado, de cualquier ciudad, en cualquier parte del mundo.
Allí vemos a una mamá y a su nena pequeña, recorren los pasillos y se detienen ante diversos productos.
Cada poco rato a la niña le vienen como aspamos, convulsiones, violentos y frenéticos movimientos sin control del cuerpo y cae al piso entre gritos y llantos varios.
No, no es una niña aquejada de alguna enfermedad o síndrome neurológico, ¡gracias a Dios!, solamente estamos ante la personificación del berrinche, también conocido como pataleta o rabieta.
Es que la chica ve y la chica quiere.
Unas golosinas en esa góndola, unas papitas en la otra, un heladito por allá, unas confituras por acá, unos lápices de colores en el medio, y un juguetito más. La verdad es que no importa lo que sea, mientras sea que se lo den a ella. ¡Una cosa de no parar! Cada pocos minutos se repite la escena.
Uno de los empleados del súper notó lo que estaba pasando pero también advirtió un detalle, que con cada pataleta la mamá decía con firmeza y calma: “Ruty, tranquila querida. Ruty, en un ratito salimos, guarda la calma. Ruty, amorosa mía, tranquila.”.
Por lo visto el método en algo servía, porque la niña pataleaba un ratito y se calmaba, para luego volver a las andadas unos pasos más allá. Pero al menos, por unos segundos había calma.
Cuando finalmente salían de la tienda pasaron junto al empleado que le dijo: “Disculpe señora, quiero felicitarla qué bien que sabe manejar a su hija, cómo logra que se tranquilice diciéndole en voz baja y firme Ruty tranquilízate”.
La señora lo mira con asombro y le dice: “¡Pero Ruty soy yo! Tengo que hacer un enorme esfuerzo para aguantarme y no explotar con esta malcriada. ¡Ya me tiene loca!”.

Esta triste anécdota es bastante común.
Estamos en una cultura que tiene miedo de ejercer la autoridad, porque la confunde con violencia o autoritarismo.
Es la moda sentir que es terrible reprimir los impulsos que son perjudiciales, porque se está de alguna manera coartando la libertad de los hijos.
Nos pasamos ideando excusas para aprobar lo negativo y deplorar lo positivo.
Vivimos en constante estrés, presionados por influencias que no nos llevan a estar en calma y paz, ni en nuestro interior ni con el entorno.
Sin dudas, una época en la cual las mamás tienen que soportar los berrinches y hasta a veces festejarlos, llevando a las personas a un paso del abismo psicológico.
Como la pobre Ruty, esclavizada a la tiranía de su nena carente de límites.

No sé qué opinas tú de esta visión que te planteo de nuestra realidad.
Comenta y si quieres responde a esta pregunta:
¿Son los niños dictadores o esclavos de su falta de límites?

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El beneficiado serás tú si nos ayudas.

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Jonathan Ortiz

La banalización de la autoridad. Como cualquier cosa es violencia, no podrán identificar la verdadera violencia cuando la tengan encima.
Gracias Moré

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