En el famoso texto de la Hagadá de Pesaj nos encontramos con el siguiente pasaje:
¿Qué dice el hijo rebelde? «‘¿Qué es este servicio para ustedes?’ (Éxodo 12:26).
Dice para ustedes, y no dice para él.
Por tanto, como se excluyó del colectivo, está negando un fundamento del judaísmo.
Como consecuencia, le cortarás los dientes y le dirás: «‘Porque esto hizo el Señor para mí cuando salí de Egipto’ (Éxodo 13: 8)».
‘Para mí’ y no ‘para él’, porque si hubiera estado allí, no se habría liberado.
Hay mucho, demasiado para explicar pero quiero detenerme solamente en dos puntos.
El primero.
Aunque es un hijo rebelde tiene lugar en la mesa junto a sus hermanos, compartiendo con sus padres.
Se le da el tiempo y atención para que exprese sus creencias, para que se abra con sus dificultades, porque entonces será posible comunicarse y encontrar cómo ayudarle.
No se le excluye, no se lo silencia, no se lo reprocha.
Por el contrario, tiene el mismo derecho que sus otros hermanos a estar, a participar, a plantear su posición, rebelde o no.
La segunda.
¿Cortarle los dientes?
¿Qué es eso?
Demos tres respuestas posibles, alternativas, tú escoge la que te parece más idónea.
1- Según dice el Talmud Ierushalmi, este hijo está provocando a los demás porque está cansado del ritual de Pesaj, quiere pasar a la comida. Se aburrió de todos los años repetir los mismos pasajes, hacer los mismos ademanes, seguir las costumbres casi sin alteraciones.
Entonces la idea castiza es «bajarle los dientes», para que no esté tan apurado en comer, en entretenerse con lo pasajero perdiendo de vista lo importante y eterno.
Un duro encontronazo con la realidad, para que despierte.
No se está conminando al padre para que recurra a la violencia física para silenciar la burla y la rebeldía, pero pareciera que así fuera. En nuestra época y sociedad no está bien considerado el uso de la fuerza física para reprimir a los hijos, pero hace dos mil o más años, era perfectamente habitual.
2- Se está diciendo que el padre tiene que actuar con presteza para que las palabras burlonas no descarríen al resto de los hijos, por tanto tener a mano argumentos que rebatan las creencias del rebelde.
Es decir, de ninguna forma se trata de usar la fuerza, sino del poder del conocimiento y la inteligencia emocional para que las trampas del burlón sean desactivadas.
Tal como enseñan los Sabios en otro lugar: «Debes saber qué responder a un burlador».
En este sentido, debilitar los dientes del hijo burlón es tener muy claro el panorama y no dejarse intimidar por sus ofensas y provocaciones, sino con altura demostrarle el error y aquel que quiere atender, lo hará.
3- Esta tercera manera de ver el «cortarle los dientes» es la que implica tener la inteligencia y madurez como para hacer un trabajo de acomodamiento. Una especie de ortodoncia para que el hijo rebelde pueda reenfocar sus energías, corregir sus creencias, liberarse de sus emociones negativas y entonces tener una mejor perspectiva de la vida y una forma más saludable para relacionarse.
Se le cortan los dientes para que ya no lastimen, ni se lastime a sí mismo.
Para corregirlo y encaminarlo.
Entonces queda desactivada la burla, porque ya no hay más necesidad de rebelarse, puesto que el hijo rebelde ha encontrado un camino equilibrado para su auto realización.
Si no le diéramos el lugar y la oportunidad para expresarse, si no le prestáramos atención, si no aprendiéramos a responderle, entonces el hijo rebelde podría ser peligroso para sí y para otros, y eso no es algo que quisiéramos que pasara.
Como padres esperamos lo mejor para nuestros hijos, por tanto es necesario que nosotros aprendamos y nos entrenemos para estar en condiciones de hacerlo con él.
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