Iosef fue echado al pozo por sus hermanos.
Su destino era morir allí, abandonado, despreciado, desaparecido.
Sin embargo, uno de los hermanos se apiadó por su vida y convenció a los otros para que lo vendieran como esclavo. Era mejor que fuera esclavo en el extranjero, por siempre desconectado de su familia a perecer de manera ignominiosa. Entonces, hicieron los arreglos con unos traficantes de personas que estaban pasando por ahí, así se librarían del molesto hermano que sentían más como un enemigo.
Al final, fueron otros los esclavistas los que encontraron a Iosef lastimado en el pozo, lo izaron y aprisionaron para llevarlo y comerciarlo en el pozo profundo que era Egipto.
Los hermanos no supieron a ciencia cierta que había sido del engreído Iosef, fue un misterio que le había ocurrido.
Muchos años estuvo Iosef esclavizado y luego también encarcelado, por un crimen que no cometió.
Más tarde también fue traicionado por alguien a quien había favorecido, permaneciendo así dos años más en prisión y sombras.
Gente que le había maltratado, no faltaba.
Vivencias horrorosas, eran habituales.
Tuvo mucho tiempo para mascar el dolor, soñar con la venganza, echar culpas, perderse en ríos de llantos y quejas.
Pero algo luminoso en él iba creciendo cuanto más lo oprimían. Por tanto, en vez de hacerse socio de la oscuridad moral se estaba transformando en un TZADIK, un justo. Porque no usaba los problemas como excusas para corromperse y tramar el mal contra los otros, sino que encontraba en las dificultades un motivo para fortalecerse, mejor, superar las trabas y a sí mismo convirtiéndose cada vez en una mejor versión de él.
Usaba sus vivencias, la mayoría de ellas terribles, para impulsarse hacia delante y arriba.
Crecía allí donde otros solamente se hundían.
Estaba aprendiendo a ver la enseñanza allí donde otros solo veían motivos para lamentarse y sufrir y echar culpas.
Claro que no fue un proceso sencillo ni veloz.
No fue magia, ni milagro.
Mucho dolor y tragar bilis.
Mucho esfuerzo.
Mucha energía dedicada a la voluntad de superarse.
Pero finalmente dio resultado.
Así él pudo comprender que si nos quedamos en la “chiquita”, nunca llegaremos a la grande.
Supo percibir la Presencia del Creador en todo, también en la oscuridad, lo que lo alentaba a descorrer los velos que tapaban la LUZ.
Su visión espiritual no era un justificativo para que los malvados no recibieran su justo merecido, porque la justicia es un elemento indispensable en la creación; sino que alcanzaba a percibir aquello que está más allá de lo obvio. Veía la mano de Dios allí donde otros solamente veían miseria, caos y sinsentido.
Parece una muy provechosa moraleja para que tomemos en cuenta, más que anécdotas del folclore judío un ejemplo de cómo mejorar nuestra vida.
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