La gente quiere magia, siempre, en todo momento.
Siempre y cuando no haya tenido un verdadero despertar espiritual, haya permanecido despierto y trabaje constantemente para no caer en los hábitos del EGO.
Porque si no, la gente quiere magia.
Aunque le cueste una fortuna.
Aunque le cueste la vida o la de un ser querido.
La magia es la solución “mágica” a la impotencia.
Y… la impotencia es una presencia permanente en la vida del humano en este mundo.
Entonces, sentimos impotencia.
Desde lo más profundo de nuestro ser irracional sentimos que tenemos un poder místico, sobrenatural, que opera maravillas en la realidad.
Es que, el humano es una especie con una viva imaginación y desde los primeros instantes de nacidos la vamos llenando con creencias de que controlamos todo, hasta aquello que está por fuera de nuestro dominio. Si no, ¿cómo puede ser que el bebe sienta apetito, aunque no sepa lo que siente, ni definir el apetito, ni tenga idea de lo que es alimentarse, y de repente algo viene y lo satisface?
Porque lloró, porque berreó, porque gritó, porque pataleó, porque precariamente imaginó que estaba satisfecho… y por arte de “magia” en verdad se calmó su hambre. Y lo auparon, le cambiaron el pañal, le cantaron, le dieron calorcito, lo mimaron, le hicieron sentir especial y “mágico”. Esa conducta repetida cientos y miles de veces formó un hábito que se anudó a la irracionalidad automática del EGO.
Entonces, quedó grabado en profundas grietas inalcanzables por la razón que tenemos poder sobre todo, que tenemos capacidades mágicas.
Aunque no sepamos que es poder, ni tengamos idea de qué es magia, ni nada… porque todo se va procesando de manera inconsciente y automatizándose como hábito.
A esto tan materialista y prosaico se le añade un ingrediente intangible, inaccesible para la ciencia: intuimos que somos NESHAMÁ, es decir espíritu, un Yo Esencial, algo que trasciende lo limitado de nuestra existencia material.
No lo sabemos, no lo aprendemos, no lo llegamos a definir, pero de alguna manera está esa intuición.
Estamos conectados por siempre con el Todopoderoso, somos chispas de Su Luz.
Somos Sus hijos, porque somos con Él en unión y unidad.
Aunque en este mundo estemos limitados, en impotencia, separados, conflictuados… la intuición es que somos algo mucho más que lo que estamos siendo en esta existencia.
Esto se suma a los hábitos de la creencia mágica para darnos más sensación de invencible, de poderoso, de organizador del universo a través de la magia del pensamiento.
Y terminamos creyendo que somos amos del universo, que tenemos el poder de cambiar la realidad con el pensamiento, con el deseo. Asumimos, y nos reafirman, que la fe mueve montañas y que Dios se pone a nuestro servicio si pactamos con Él. Nos llenan de historietas de disfraz sagrado para mantenernos en la patética impotencia de creernos poderosos mágicamente.
Es que… la gente quiere magia, y ésta no existe.
¿Es posible revertir esta profunda inestabilidad humana?
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