NO, es una palabra poderosa, comprensible, universal y contundente.
Tiene su lugar destacado e indispensable.
Saber usarla es de gran importancia y valor, así como también respetarla.
Respetar el NO, cuando lo hemos dicho nosotros o cuando nos lo dicen los demás.
¿Tuviste que soportar que alguien no tuviera consideración por tu rechazo?
¿Te excediste cuando recibiste un no por respuesta?
¿Comprendes cuando te dicen que “no es no”?
A veces fuimos adiestrados de tal modo que nos cuesta expresar el sano NO.
Quedamos, por tanto, prisioneros de situaciones que no queremos, no nos agradan, no nos cuidan.
Simplemente, porque dijimos que sí, o nos quedamos callados admitiendo con el silencio, cuando la respuesta más sagrada hubiera sido un claro y efectivo NO.
¿Te ha pasado?
¿Te viste prisionero de una admisión que mejor hubiera sido rechazarla?
¿Tuviste dificultades para expresar tu NO?
En otras ocasiones no admitimos la negación que recibimos de otra persona.
Seguimos insistiendo, faltando el respeto, rompiendo códigos y límites, obsesionados con la creencia de que tenemos el derecho a doblegar el NO que nos lanzaron.
Porque nos importa un comino el otro, porque somos insensibles, inmaduros o estamos emocionalmente enfermos.
¿Te tuvieron que parar el carro de malos modos porque te extralimitaste sin acatar el no recibido?
¿Alguien no tuvo consideración por tu negativa?
¿Cómo se siente?
Aprender el valor del NO es esencial si queremos llevar una vida digna, respetuosa, constructiva saludable.
Es constructivo el NO bien aplicado, aunque no aquel que se dispara como reacción automática y que nos inhabilita para crecer, explorar nuevas experiencias favorables, aventurarnos en terreno inexplorado que conviene que conozcamos.
Ya que hay un no patético, pesado, tendiente a la muerte.
Siendo que está el otro no, el que nos libera de cargas que no nos corresponden ni benefician.
Recuerda que también se nos adiestra desde muy chicos a estar sometidos a fuerzas ajenas, a no llamar la atención, a no ponernos en situación de enfrentamiento y con ello nos encerramos en celditas mentales, llenas de prejuicios, llenas de creencias tóxicas.
Allí funciona el no que envenena.
El que no te permite desarrollarte. El que cercena tus alas. El que cancela tu pensamiento. El que te adiestra. El que te mantiene aferrado al Sistema de Creencias, sin combatirlo.
Y está el no que también es perjudicial, aquel que niega a otros un derecho, un vínculo respetuoso, una oportunidad para estar mejor.
Sí, así mismo como escuchas, el no es muy peligroso como también puede ser muy sanador.
Hay que saber emplearlo.
Desgraciadamente, usamos muchas veces el no como instrumento de tortura, de envilecimiento, de atracción de miseria.
Por ello es provechoso y de bendición tener el NO en su justa medida, en su ubicación necesaria.
Usar esta palabra pero no esclavizarnos a ella.
Respetar la negación del otro, pero no amparanos en negatividad o negacionismo de la realidad.
Aprender el valor del NO y con ello respetarnos, respetar al prójimo, al Creador y al universo.
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