«Partieron del monte Hor con dirección al mar de las Cañas, para rodear la tierra de Edom.
Pero el pueblo se impacientó por causa del camino, y habló el pueblo contra Elohim y contra Moshé, diciendo: –¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para morir en el desierto? Porque no hay pan, ni hay agua, y nuestra alma está hastiada de esta comida miserable.
Entonces el Eterno envió entre el pueblo serpientes venenosas, las cuales mordían al pueblo, y murió mucha gente de Israel.
Y el pueblo fue a Moshé diciendo: –Hemos pecado al haber hablado contra el Eterno y contra ti. Ruega al Eterno que quite de nosotros las serpientes.
Y Moshé oró por el pueblo.
Entonces el Eterno dijo a Moshé : –Hazte una serpiente venenosa y ponla sobre un asta. Y sucederá que cualquiera que sea mordido y la mire, vivirá.
Moshé hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta.
Y sucedía que cuando alguna serpiente mordía a alguno, si éste miraba a la serpiente de bronce, vivía.»
(Bemidbar/Números 21:4-9)
La serpiente metálica colgada de la vara,
en tanto las víboras venenosas venían mordiendo por lo bajo.
Las miradas puestas en lo alto,
cuando hace un rato estaban revolcándose con el fango de la crítica, en la queja, en la murmuración, en la falta de consideración, en el desagradecimiento, en la contienda.
La víbora de bronce que nada cura,
pero que ayuda a tomar conciencia de lo esclavizados que estamos del EGO y lo necesario que se hace vivir con un enfoque trascendente,
guiados por el código ético/espiritual,
aquel que nace de nuestra NESHAMÁ,
es decir, directamente del Creador.
Porque esta es una de las enseñanzas de esta historia, verídica y ocurrida a los antepasados israelitas hace 33 siglos.
Que aprendamos que el sometimiento al EGO nos lleva a la miseria, a la infelicidad, a la pobreza, a la enfermedad, a la muerta;
incluso cuando estamos sumergidos en un océano de abundancia,
aunque tengamos satisfechos muchísimos de nuestros deseos y apetencias.
Pero, NO ES suficiente cuando el EGO manda,
ya que nos hace sentir en impotencia,
para doblegarnos y mantenernos encerrados en la celdita mental
formada por los barrotes del Sistema de Creencias.
Esas quejas, esa falta de agradecimiento, la inconsciencia de nuestra personalidad espiritual
son la mordedura de la serpiente
que finalmente no mata en vida.
Porque, cuando el EGO usurpa el rol que no le corresponde, nos convertimos en figuras de una patética obra de teatro,
abandonamos nuestra Identidad Esencial de hijos del Rey para vivir como mendigos, quejándonos y reclamando por una pocas moneditas de poder.
¡Es la muerte en vida!
Ya que el corazón sigue latiendo,
los ojos siguen viendo,
las palabras siguen siendo disparadas,
pero falta el AMOR,
estamos desprovistos de disfrute,
abandonados y sin rumbo.
Por ello es imprescindible evaporar el gobierno del EGO de sobre nuestras vidas.
Que sirva solamente a su función natural, que es ayudarnos a sobrevivir en verdaderas oportunidades en la que estamos en situaciones de impotencia y no contamos con recursos para dar alguna respuesta,
nos encontramos materialmente impotentes y sin opciones,
más que las reacciones automáticas del EGO.
Allí sí, que actúe el recurso natural, que para ello fue diseñado por el Creador.
Pero, si le permitimos que se corone en nuestro rey,
entonces el ahogo de la impotencia estará presente en casi cada momento,
no habrá paz, ni estabilidad, ni placer, ni tranquilidad, ni conexión.
Todo esto nos retrata el episodio de las serpientes y la serpiente sobre el asta.
No permitamos que la “impaciencia por el camino”, es decir, el sentirnos impotentes (sin serlo) nos agobie,
porque entonces el EGO estará trastornando nuestra conducta,
pensamiento, palabra y acto se desplomarán hacia el lado oscuro,
carente de alegría y vitalidad.
Ante el sentimiento de impotencia,
encontremos aquello que nos hace poderosos.
Siempre, pero siempre, que la intención sea construir SHALOM,
pensamiento, palabra y acción de bondad y justicia.
Entonces, la mirada estará hacia lo alto y la ayuda del Eterno prosperará.
Hay elementos Curiosos: La gente que era mordida y moría, no lo hacía por la falta de antiofidico; los que habían sido mordidos y veían la serpiente en el asta vivían. Parece que los mataba el terror de ser mordido en medio de las circunstancias. El súbito despertar de conciencia. Asociaron de inmediato que lo que agravó las circunstancias era su inconsciencia (falta de agradecimiento, desconocimiento de las bondades recibidas, de los auxilios inmerecidos, de las libertades conquistadas, etc). Dios no quito las serpientes ni impidió que siguieran causando terror mordiendo (ellos expresamente lo pidieron). Tuvieron que aprender a vivir… Read more »