Enfocarse en el bien en lugar de lamentarse

Tristemente, pero con su habitual sinceridad lacónica la Torá nos relata que:

"Aconteció que el pueblo se quejó amargamente a oídos del Eterno. Lo oyó el Eterno, y se encendió Su furor; y un fuego del Eterno ardió contra ellos y consumió un extremo del campamento."
(Bemidbar / Números 11:1)

Rashi, en su comentario a este versículo, nos dice que aquellas personas del pueblo, más precisamente los perversos y corruptores, no tenían verdaderos motivos para quejarse, sino que estaban buscando excusas para separarse del Eterno.

Como sabemos,
el Eterno nos devuelve aquello que nosotros damos.
Si abrimos nuestra mano con generosidad, Él es generoso con nosotros.
Si cerramos el puño y amenazamos, Él permite que seamos amenazados.
Si nos quejamos amargamente, como excusa para promover altercados, entonces seremos consumidos por los fuegos de la discordia y el resentimiento.
Y tal fue lo que ocurrió en aquella oportunidad: la crítica ácida y corrosiva culminó con una tragedia hiriente.
Según algunos comentaristas, algunos de los promotores de la queja incierta murieron trágicamente; según otros comentaristas, algunos de los grandes dirigentes populares fueron los que cayeron víctimas de la tragedia.
Como sea, el mal se cernió sobre el Pueblo a causa de la ingratitud y el alejamiento con respecto al Eterno.

Debemos recordar que existen dos tipos de críticas:

  1. La que es conocida como "critica destructiva", familiarmente llamada "criticonería", o "quejismo".
    Su finalidad es apartar a la persona de la realización, del crecimiento.
    Es una herramienta empleada para mantenerse en un estado deplorable y, para peor, ausente de responsabilidad y compromiso personal.
    Sin dudas que esta crítica es enfermiza y enfermante, y por tanto su meta, tal como ella misma, es solamente la destrucción por la destrucción misma.

  2. La crítica que se conoce como "constructiva", que tiene por finalidad des-cubrir aquellos aspectos negativos que pueden y deben ser superados.
    Esta crítica por supuesto que tiende a destruir, pero no es la destrucción su meta, sino solamente el medio por el cual se llega a la construcción de algo mejor y más desarrollado.

Nosotros también, sin estar al nivel de perversos o corruptores, podemos (y solemos) desplegar la queja destructiva, para separarnos del Eterno, del prójimo y de nuestro ser.
Pasemos a explicar brevemente.

El Eterno: cuando achacamos a Él aquellos males que ciertamente podrían haber sido evitados o minimizados con la correcta intervención humana, estamos usando pretextos para apartarnos de Sus mandamientos, es decir, de Él.
En el momento que nuestra atención se centra en aquello que nos falta, nos enceguecemos para aquello que tenemos; siendo así, no importa cuánto tenemos, siempre encontraremos un "pero" para exteriorizar una queja, un dolido reclamo por lo que falta.
Ciertamente que esta manera de vivir es de mísera, a pesar de la riqueza con la que se pueda contar; y sin dudas que es una contravención al mandato de ser sinceramente agradecidos.
Apreciar, reconocer, valorar y agradecer aquello que tenemos es indispensable para alcanzar la dicha y vivir espiritualmente.

El prójimo: cuando prestamos atención a lo que los otros hacen equivocadamente, sea esto cierto o solamente idea nuestra; o cuando pretendemos más del prójimo, porque sentimos que no ha dado lo suficiente; estamos bregando por desligarnos de la gratitud que les debemos por aquello que nos han dado.
Esta actitud indigna causa miseria a uno mismo y al prójimo.
Para empeorar el panorama, nuestros Sabios nos enseñan que la persona que no valora lo que otros hacen por él, eventualmente también niega las bondades recibidas de Arriba.
La ingratitud nos cierra al prójimo, consume el canal de bondad dirigido a nosotros, y se convierte en un negro pozo de creciente dolor y soledad.

Nosotros mismos: cuando nos creemos víctimas, sin responsabilidad personal, sea porque echamos culpas al Eterno, porque reclamamos del prójimo algo que sentimos nos ha fallado, o porque nos consideramos portadores de una tara insoluble; ciertamente que estamos ampliando la brecha que nos ciega de conocernos a nosotros mismos, y de valorarnos en nuestra justa proporción.
Esta actitud nos lleva a vivir sumidos en un sentimiento de inutilidad, de angustia, en continua dependencia de la valoración ajena, del reaseguramiento de que tenemos un lugar en el mundo y que tenemos derecho a vivir.
En lugar de aproximarnos a liberar nuestras vidas de cadenas mentales, emocionales, materiales y espirituales, cuando nos sentimos víctimas solamente incrementamos el caudal de malestar y desesperanza.

¿Y por qué nos llegamos a sentir víctimas desamparadas?
¿Por qué achacamos en el otro, o en el Eterno, culpas y/o responsabilidades que no les conciernen realmente?
¿Por qué quejarnos sin hacer lo necesario para hallar en nosotros la respuesta, y mucho menos la pregunta que nos abrirá el camino a la libertad?

Esta ineptitud, en un gran porcentaje de las personas, está motivado en una escasa autoestima, es decir, en una auto-valoración inadecuada que minimiza los propios potenciales y virtudes, en tanto magnifica las deficiencias padecidas.
Es esta misma percepción distorsionada del ser la que conlleva otras actitudes negativas en la vida (sean propias, o como reacciones del prójimo), que también son descritas en el capítulo 11 de nuestra parashá, tales como:

  • deseo materialista excedido de límites (v. 4);

  • falsos testimonios y/o ideas delirantes (v. 5);

  • ingratitud (v. 6);

  • desesperanza (v. 10);

  • enojo o rechazo (v. 11);

  • hartazgo/desgana (v. 14);

  • deseos de muerte o separación terminante (v. 15);

  • pérdida del ánimo (v. 17);

  • bajo rendimiento intelectual (v. 17);

  • falta de confianza en el Eterno (v. 22);

  • habladurías (v. 27);

  • celos (v. 28);

  • envidia (v. 28);

  • muerte (v. 33).

En su contraparte está la vida, la libertad, el gozo, la paz… todos ellos dependen de auto-valorarse correctamente,
sin inflarse, como hacen los orgullosos que en el fondo se sienten como poquita cosa,
y sin echarse abajo todo el tiempo, como  hacen los que se sienten poca cosa.

Creo que es evidente, y por eso mismo, lo diré con claridad:
la autoestima saludable, el auto-valorarse correctamente, es solamente posible cuando la persona vive con sinceridad cada instante de su existencia. Cuando la verdad empieza a empañarse con la falsedad, va cayendo un manto de oscuridad sobre la autoestima, sobre la dicha, sobre la realización.
Y así, es posible encontrar gente muy adinerada, llenas de casi todo lo material que uno pudiera imaginar, pero que viven comiendo el pan de la mentira, y por eso, a pesar de los esplendores materiales su corazón plañe dolido por la carencia de TODO.

¿De quién depende para estar feliz?

¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

 

Relatos, anécdotas y enseñanzas

Recuerdo a una persona que quería sentirse mejor, ser más feliz, vivir con corrección, pero no podía pues de continuo unos pensamientos "como intrusos" le amargaban y perturbaban.
Le pregunté: "¿Qué es lo qué quieres?".
Y me contestó: "¡No quiero caer!".
Entonces le respondí: "¿No te parece que sería más saludable si te enfocarás en subir?".

Cuando nos centramos en no tropezar espiritualmente, estamos cayendo y no haciendo nada realmente por ascender en nuestra espiritualidad.
No es el miedo lo que eleva, sino el amor virtuoso…

Preguntas y datos para meditar y profundizar:

  • ¿Cómo se relaciona el relato con el comentario a la parashá que hemos brindado?

  • ¿Qué lleva a la persona a no estar satisfecha con lo que tiene?

  • Rico y valioso
    "¿Quién es rico? Aquel que está satisfecho con su parte."
    (Pirkei Avot 4:1)

    • ¿Por qué ese es el rico?

    • ¿Cómo se aprende a estar satisfecho con lo que es nuestra parte, pero sin caer en sumisa resignación?

  • La verdadera alegría
    "Es una mitzvá de la Torá estar alegre… La clase de alegría que es obligatoria es aquella que compartes tus bienes con los menos afortunados, como los huérfanos, viudas, los pobres, los desdichados y las personas sin hogar. Pero, el que cierra sus puertas a los otros y utiliza lo que tiene para él mismo y su familia, entonces su alegría no es alegría de un mitzvá, sino que es alegría del estómago. Ésta es una señal de vergüenza…"

    (basado en Maimónides, Mishné Torá, Leyes de Iom Tov 6:17, 18)

    • ¿Es usted alegre, de acuerdo a cuál de estas definiciones?

    • ¿Qué puede usted cambiar de su vida para alcanzar mayor alegría verdadera?

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