Enseñamos ayer que el otro no te cambia, ni tú cambias al otro.
Cada uno es el artífice de su propio cambio.
Para bien, para mal.
Este hecho cierto se complementa con la afirmación de que cuando uno cambia, provoca que el otro deba acomodarse a la nueva situación, o de lo contrario habrá tensiones por el desacomodo generado.
Entonces, para encontrar su nueva forma de relacionarse el otro deberá cambiar también.
Pero, no siempre los cambios reactivos son evolutivos, ni desarrollan facetas positivas.
Podría suceder lo contrario, cambiando para ser una versión más sesgada, más cerrada, menos cooperativa, menos comunicativa.
Un cambio al fin, pero negativo.
Entonces, se ensancha la divergencia, entre el cambio positivo de uno y el movimiento oclusivo del otro.
Es muy frecuente que así ocurra, lo que genera todo tipo de inconvenientes, choques, enfrentamientos, pases de factura, rupturas, etc.
Puede pasar que el otro reaccione jalando al que ha cambiado para que regrese a la versión anterior de su ser, amenazando, provocando, manipulando, recurriendo a todo tipo de agresiones y caricias para provocar el retroceso del que ha cambiado.
Por supuesto que estas presiones se aprovechan de que el cambio aún no está consolidado, no ha tenido el que cambió suficiente entrenamiento y fortalecimiento en sus nuevos hábitos como para verse fácilmente liberado de la influencia negativa.
Por ejemplo, el obeso que decidió cambiar de estilo de vida hacia uno saludable, pero esto genera todo tipo de conflictos con su pareja (por variadas razones que no vienen al caso).
Se las apaña el otro para traer al hogar comida fuera del límite, para invitar a ricas y obesas cenas, hace sentir culpas al que declara su intención saludable, lo boicotea en sus planes para ejercitar más, etc.
Y el gordito no las tiene todas consigo, obviamente. Su hábito no es el de un deportista consolidado, ni para alimentarse, ni para ejercitar, ni en la facultad de la voluntad por sobre el clamor del deseo. Ama la comida gorda, adora ese sabor excitante, es adicto a las sensaciones placenteras que le recorren por el cuerpo; aunque después se sienta culpable y se ande quejando por la vida. Pero el placer corporal de comer y de no mover el cuerpo, es innegable. Es parte de su personalidad, lo tiene incorporado sin cuestionamientos.
Entonces, muy probablemente que se fabricarán excusas para ir derrapando rumbo hacia la antigua celdita mental y de comportamiento, que no está tan lejana ni se la siente tan mal después de todo.
Unas masas por acá, unas papas fritas por allá, una enorme pizza por acullá, la torta de cumpleaños por este lado y la dieta saludable que comenzó el lunes no llegó ni al martes. O se continúa por unos días, o semanas, con la batalla contra el otro, aquel que se siente más cómodo teniendo al gordito encasillado como gordo.
O la señora que de a poco toma conciencia para llevar una vida libre de reproches por cosas existentes, o no, en su pasado. Con pensamientos positivos reemplazando a los negativos. Con acciones de expansión en lugar de retracción. Con valentía sustituyendo a los miedos. En resumen, una mayor potencia y más firmeza en la vida.
Pero el marido, vaya a saber porqué, se siente amenazado por esta nueva situación de empoderamiento de su pareja. Entonces machaca para boicotear la evolución de su esposa, para que recupere su personaje débil, dependiente, temeroso, enfermizo, sumergido en penurias y sufrimiento. Y todo esto sin desear el mal a su mujer, sin querer hacerle un daño, sin estar planificando para maltratarla y someterla. Simplemente, se dan así las cosas y no faltan los justificativos, de ambos implicados, para que esto suceda.
El cambio favorable en ella provocó reacciones nefastas en él.
Como la mujer viene de años entrenándose en echar a bajo sus virtudes, su auto estima no es precisamente brillante, la celdita mental ya la tiene súper conocida, también tiene vacilaciones sobre esta nueva identidad que está formando… ¿cuál consideras que será el resultado?
Sí, que la tensión crezca en esa pareja y que probablemente ella sufra tanto que termine por volver a ser su vieja versión, con tremendo pesar, con un nudo en la garganta, con la amargura instalada.
Porque… ¿tendrá la fuerza para persistir en su nueva identidad, pese a quien le pese, le agredan como le agredan?
Si uno encuentra que el cambio positivo es el camino que sabe debe seguir, porque es mejor a la corta Y a la larga; habrá que tomar medidas para que las influencias del pasado no afecten a este presente.
Fortalecerse en su nueva identidad, sin cerrarse a prestar atención a lo que pasa alrededor, pero tampoco dejándose influenciar perdiendo así de vista el objetivo que se ha planteado.
Tener claro el objetivo, ese paso cortito que se quiere dar y se lo puede dar; y si alguien no está de acuerdo… ¡que se maneje ese alguien para asumir que así serán las cosas!
Claro que es fácil para mí decirlo, pero es una tortura para el que no tiene aún los instrumentos y fortaleces y debe lidiar con ello.
Lo sé, y tendrás tú que saberlo también.
Para seguir ejercitando, siendo firme, no permitir que los malos pensamientos triunfen.
Habrá traspiés, retrocesos, vacilaciones, ganas de tirar todo por la ventana y dejar de luchar para que estando mal ya no se siga peleando. Como si ese abandono del plan de crecimiento fuera a mejorar en algo su vida.
Entonces, uno tiene que tener claro el objetivo, el motivo para el cambio, que habrá obstáculos, que se cometerán errores, que a veces se fracasará, que hay gente que es necesario dejar en el pasado aunque todavía estén usurpando lugar en el presente.
Porque a fin de cuentas, esta vida la vives una vez y estás acá para disfrutar de lo permitido y saludable, de modo tal de cumplir la Voluntad del Creador.
No estás para malgastar tu tiempo, ni satisfacer el EGO de personas que no se atreven a ser libres y evolucionar. ¡Ni siquiera darle ese privilegio a tu EGO!
¿Te animas a escribir un comentario con tus ideas sobre esta enseñanza?
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