Hay personas con conductas tóxicas, con las que envenenan el ámbito social en el cual se mueven.
Van consumiendo la vitalidad de sus víctimas, aumentan el estrés negativo a su alrededor, generan situaciones en las cuales se padece malestar psíquico.
Con todo esto ya nos podemos imaginar el clima en lugares de trabajo o de estudio, en relaciones de pareja, vínculos familiares, en todas partes andan merodeando y acechando, para obtener sus oscuras ventajas.
Sin embargo, no todo malhumorado, pesimista, criticón, quejica, señalador de errores, es de por sí una persona tóxica; sino que se precisa la confluencia de varias características que mencionaremos a continuación.
1. Sus conductas buscan llamar la atención, ser el centro de interés, llenarse de la energía vital que proviene de otros, alimentarse con el sufrimiento y malestar de los demás.
No tolera ser dejado de lado. Se desespera por la lisonja y la admiración, aunque fuera ficticia de su público. Porque precisa que le alaben, necesita sentirse querido, cuidado, mimado, en el foco de atención. Siente que su vida depende de ello, porque de lo contario se lo devora su agujero emocional, su enorme desesperación nacida en su impotencia.
2. No elogia, no valora, no incentiva, no promueve el crecimiento.
Por el contrario, está permanentemente en papel de víctima, echando culpas, quejándose, murmurando a las espaldas, boicotea iniciativas edificantes, obstaculiza el desarrollo de los demás, amarga y provoca confrontaciones.
Experto en problemas pero ausente en soluciones; sin embargo, cuando le sirve a sus planes, usa la dulzura fingida, la falsa amistad, la palabra bondadosa, pero como herramientas de manipulación y conquistar las mentes de sus víctimas. Porque se nutre con la energía ajena, incapaz de generarla en su interior por sí mismo. Entonces cualquier estrategia es válida para conseguir su fin de recibir sustento.
3. Como se victimiza y es hábil en actuar esa postura, encuentra pronto personas que le apoyan y salen en su defensa. Se rodea de ingenuos que trabajan como sus salvadores, sin darse cuenta de que están siendo usados vilmente y se les está robando la vitalidad y oportunidades de crecimiento.
Como también el tóxico es experto en echar culpas, una vez que se cayó en sus tramas, resulta difícil liberarse. Uno se enreda más y más, cediendo el control de su vida para estar digitado por el tóxico. Le hace perder la confianza en sí mismo, la confianza en el Creador, para cumplir los deseos de quien le manipula.
4. Gana con el conflicto y el caos, porque con ellos queda tapada su miseria emocional, su debilidad psicológica, su enorme impotencia que le corroe por dentro.
Al poner a unos contra otros, al desarmar a sus víctimas, al rodearse de gente que le sostiene, encuentra un poder aparente del cual carece por sí mismo.
Por tanto, allí donde el ambiente esté saturado de estrés, probablemente encontremos a la persona de conductas tóxicas moviendo los hilos del terror.
Por el contrario, en el clima de armonía dinámica, Comunicación Auténtica, construcción de SHALOM, el tóxico se siente perdido, en peligro de desaparecer. Por lo cual, con desesperación de supervivencia moverá sus influencias para prevalecer.
5. Las víctimas de sus estrategias destructivas son dos: aquellos que le sirven de secuaces, que son muñecos esclavizados para satisfacerle; y aquel que el tóxico intuye o sabe que tiene poder y podría resultar un riesgo para su débil constitución emocional. Por tanto, al segundo lo ataca, porque le envidia. Planea su destrucción, porque le teme. Y los secuaces se suman a esos golpes bajos, porque también precisan tapar sus vacíos existenciales destruyendo al mejor posicionado. O, perciben el peligro de ponerse en contra al tóxico, por tanto lo apaciguan con temor de no despertar su ira. O son tan pobres en inteligencia emocional que se enredan en las trampas del perverso, se creen sus mentiras, se sienten amigos del tóxico y no se dan cuenta de lo perdidos en el infierno que se encuentran.
Como un veneno desparramado en un plantío, a su alrededor la vida muere, las flores se marchitan. Queda sembrada la desolación, la soledad, la infelicidad. No hay éxitos ni prosperidad.
Hay miedo, aunque se lo disfrace de risotadas o camaradería. Es el miedo que los mantiene juntos, pero no unidos. Es el asco que los fortalece, pero no les da poder.
Todo esto para que un sujeto impotente se mantenga a flote en una laguna colmada de podredumbre.
Cuando lo advertimos, es imperioso tomar las medidas necesarias para no ahogarnos en esas aguas envenenadas. No contaminar nuestro sistema emocional. No poblarnos de creencias e ideas que nos debiliten y sometan al tóxico. Poner límites y no ceder, no seguirle el juego, no ser cómplice en nuestro derrumbe.