La gente mediocre va por la vida acusar a los demás de los infortunios propios.
No pierde tiempo en encontrar culpables para sus desgracias.
Puede que sea el presidente, algún partido político, una religión, una deidad, la suerte, los judíos, los masones, los padres, la educación que recibió, el capitalismo, Mickey Mouse y así hasta el infinito.
No se cansa el mediocre de echar fuera toda responsabilidad y justificarse en la culpa ajena.
Es cierto, hay gente que se porta de forma incorrecta y nos causa daños.
Es real, muchos andan en corrupción y negociados perjudicando a la sociedad.
Es verdad, hay gente que hace el mal o simplemente se equivoca y nos afecta.
Pero, poniéndonos en el papel eterno de la víctima, la que no tiene ningún control sobre lo que pasa y por tanto solamente puede sufrir de las acciones u omisiones de los otros, nos deja en una situación muy calamitosa. Nos deja en absoluta impotencia y sin capacidad de modificar en nada lo que nos está pasando.
Lo mejor, sin dudas, es comenzar a darnos cuenta de aquello que está a nuestro alcance cambiar para que nuestra circunstancia mejore.
Dejar de buscar a quien echar culpas o inventar excusas, para hacernos responsables de nuestras decisiones.
Ciertamente no tenemos mucho control sobre los resultados, y de hecho, somos muy limitados y no ejercemos un dominio más que sobre una porción muy pequeña de nuestra existencia.
Pero, es precisamente en ese terreno que está bajo nuestra jurisdicción donde debemos trabajar y hacer nuestra parte, y hacernos responsables por lo que hemos hecho o dejado de hacer.
Si lo hacemos, estaremos mucho mejor y demostramos que la educación espiritual ha comenzado a germinar en nuestra vida.
Así pues, ya lo sabes, podemos seguir siendo mediocres o cumplir nuestro rol, que es exclusivo de cada uno, para ser la versión más perfecta que podemos ser de nosotros mismos.
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