Es conocida la posición racionalista del Rambam, el Maimónides.
Fiel a su estilo y con absoluta lealtad al monoteísmo el gran maestro se dedicaba a enseñar la falsedad de las supersticiones, la nulidad de las creencias mágicas, el peligro de seguir las prácticas esotéricas, la inutilidad de los amuletos, la tontería de pretender controlar el cosmos por medio de fórmulas alquímicas y pensamiento positivo, entre otras críticas saludables a la teoría y práctica de multitud de sus contemporáneos (y tristemente también actuales).
Debes tener cuidado para no compartir el error de quienes escriben amuletos. Todo lo que escuchan de ellos o leen en sus obras, especialmente en referencia a los nombres que forman por combinación, es completamente absurdo; llaman a estas combinaciones “nombres” y creen que su pronunciación exige santificación y purificación y que al usarlas son capaces de hacer milagros. Las personas racionales no deberían escuchar a tales hombres ni creer de ninguna manera sus afirmaciones.
(Moré Nevujim 1:61)
Por su parte en la inmensa obra halájica Mishné Torá, Hiljot Avodá Zará 11:11, y siguiendo a la Mishná, en Rosh haShaná 3:8, nos confirma que aquellos procedimientos que tienen efecto placebo pueden ser admisibles, pero no por una cuestión mágica particular ni porque tengan efectos sobrenaturales en modo alguno. Tan solo un fenómeno completamente natural, aunque todavía no comprendamos completamente como opera, igualmente no le adscribimos influencia etérea. Tarde o temprano estará ante nuestro conocimiento los procesos neuropsicológicos que trabajan para producirlo.
Así pues, en su pureza monoteísta, típica de la zona cultural en la que habitaba, Rambam se apartaba de todo delirio de dominio en esferas sobrenaturales, para enfocarse en desarrollar el verdadero poder que el hombre tiene en este mundo y fortalecer con ello la presencia espiritual saludable.
Ciertamente, un ejemplo a seguir en esto y otras cosas el gran maestro.
Sin embargo, no faltaron sus detractores entre los diferentes sabios judíos.
Por ejemplo, hace unos ochocientos años el rabino Shlomo ben Aderet, conocido como el Rashba, escribió una acalorada crítica al Rambam, entre otras cosas por el planteo racional que hacía el maestro y la prohibición de abocarse a las tonterías supersticiosas.
Rashba argumenta que hay evidencia de que hay fenómenos “extraños” que innegablemente existen, y para los cuales no puede haber una explicación científica y racional. Por esto mismo, los amuletos y fórmulas mágicas existían y operaban, aunque Maimónides y los hombres de ciencia fueran incapaces de reconocerlo.
Da como ejemplo que el magnetismo, en concreto el uso del imán y la aplicación en las brújulas, ya conocidas en aquel entonces.
Rashba aseguraba que el magnetismo ciertamente no es del ámbito de lo milagroso, pero categóricamente tampoco del ámbito de lo natural.
Él afirmaba que estaba en un campo especial, en el el ámbito de la segulá; junto a otras fuerzas y fenómenos.
En este contexto de pensamiento es posible traducir segulá como «propiedades ocultas», aunque en otros contextos cuenta con otros significados.
El rabino ben Aderet explicaba que sería imposible para los hombres de ciencia jamás captar la naturaleza de lo que es parte de la segulá, puesto que corresponde a realidades a las que es imposible de acceder por medio de los sentidos naturales o el razonamiento del hombre. Es decir, entra en el plano de lo completamente incomprensible.
A ver si nos entendemos, este rabino con todo su conocimiento de Torá, lo que debemos valorar y respetar, había asegurado que el magnetismo no es parte del mundo natural y que jamás sería material para el estudio y la comprensión científica.
Yo no entiendo mucho de física, pero hasta donde tengo entendido el magnetismo es una de esas fuerzas que están siendo estudiadas hace bastante, se aplican estos conocimientos en cuestiones tanto teóricas como prácticas y en modo alguno es un saber denegado a los procedimientos científicos.
Al día de hoy ese plano de la segulá, como una justificación para creencias y prácticas supersticiosas no tienen sustento, chocan de plano con el mensaje claro de la Torá oponiéndose a todas estas cuestiones, así como a lo que las ciencias de la naturaleza nos van descubriendo.
Tenemos la oportunidad de aprender a ejercer el verdadero poder que el Eterno nos otorga; o podemos seguir divagando en cuestiones que suenan tremendamente poderosas pero no son otra cosa que juegos del EGO que nos obstaculizan disfrutar de la LUZ, y por tanto nos dejan en impotencia y sufrimiento.