Temas que introduce la parashá BEMIDBAR:
- Dios ordena a Moshé que haga un censo de todos los hombres israelitas mayores de veinte años (1: 1-46).
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Son detallados los deberes de los leviim en el transporte de los elementos del Santuario (1: 47-51).
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A cada tribu se le asignan lugares específicos en el campamento alrededor del Tabernáculo (1: 52-2: 34).
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Se cuentan a los hijos de Leví y se establecen sus responsabilidades, ellos habían sido excluidos adrede del censo general anteriormente mencionado (3: 1-39).
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Se toma un censo de los varones primogénitos de los israelitas sobre lo que se impone un impuesto especial de redención (3: 40-51).
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Dios instruye a Moshé y Aarón con respecto a las responsabilidades de Aarón y sus hijos, y los deberes asignados a los coatitas (una familia levita) (4: 1-20).
Cuando echamos una mirada al conjunto, ¿qué aprendemos?
- Cada persona cuenta.
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Es bueno y saludable que existan las diferencias.
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El sabernos diferentes no es una excusa para rechazar al otro; por el contrario es un motivo excelente para cooperar y crecer desde la similitud o desde la disidencia.
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Cada uno tiene su lugar y su función de la cual es responsable.
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Los límites son buenos y necesarios, sirven para formar un recipiente que recibe en su interior el contenido. Sin límites, se desparrama sin control el que debiera ser el contenido.
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La Torá debe estar en nuestro corazón, en el centro de nuestra existencia.
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Los diferentes cargos y roles son indispensables para el correcto funcionamiento del sistema, sea que parezcan más o menos importantes.
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Que pretender ocupar el lugar o la tarea de otro, usurpando su función, termina generando alteraciones en el orden que llevan a un estado poco saludable.
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Ser humilde implica conocer y asumir los propios poderes, potencialidades y defectos. Solamente el humilde está capacitado para aprender y avanzar.
Compartamos ahora una historia para reflexionar, es parte de la tradición oral de Eretz Israel y muy apropiado para estas fechas y el temario de la parashá:
Dos hermanos, uno soltero y el otro casado, vivían en campos contiguos. Ambos trabajaban arduamente y obtenían buenos beneficios de la riqueza de la tierra. Gracias a Dios, su esfuerzo era bendecido con abundancia y tranquilidad.
Sin embargo, el casado se pasaba las noches preocupado pensando en que su hermano soltero tendría muchas dificultades a la vejez, pues sin hijos que le ayudaran estaría dependiendo de extraños y por tanto agobiado económicamente. Entonces se le ocurrió enriquecerlo, pero en secreto para no avergonzarle, por lo cual cada noche iba sigilosamente hasta el granero de su hermano y depositaba allí una bolsa llena de granos, engrosando así su capital.
Él no sabía que su hermano padecía de una preocupación similar, ya que pensaba que su hermano soportaba actualmente una gran carga económica, porque no resultaba barato sostener a una familia tan numerosa. Por lo cual, cada noche él también llevaba una bolsa repleta de grano al depósito de su hermano.
Una noche, oh casualidad, se cruzaron en el camino, cada uno cargando la pesada bolsa.
Sorprendidos se miraron y bien pronto entendieron cómo podía ser que seguían teniendo la misma cantidad de grano al cabo del mes si cada noche regalaban un montón. También se dieron cuenta del amor y respeto que había entre ellos y se abrazaron con gran energía.
El rey David había sido testigo de todo esto, pues guiado por la intuición celestial se había escondido en el camino las noches anteriores y ahora fue participante silencioso del encuentro sagrado.
Dice la tradición que en ese mismo lugar, allí sobre esa gran roca del abrazo fraternal es que fue construido años más tarde el Kodesh haKodashim, el recinto más sagrado del Beit haMikdash. Es el lugar elegido por Dios pero también por las acciones del Hombre.
Para que pensemos: ¿cómo podemos vincular este relato con lo que aprendimos de la parashá, con Shavuot y con Iom Ierushalaim?