Se podría decir que Koraj tenía todo para estar satisfecho y agradecido e incluso feliz. Era valorado y querido por muchas personas; poseía innumerables riquezas que le permitían un muy buen pasar material; su familia era adorable y distinguida; era famoso por su ingenio; primo de Moshé y Aarón y tenía un cargo en los servicios del santuario.
¿Qué más podía querer o soñar?
Y sin embargo, no estaba conforme.
Él pretendía mucho más, aunque para lograrlo tuviera que contradecir lo que ordenó el Eterno, o generar disturbios, o engañar a la gente, o sacrificar la vida/seguridad propia y de su familia y seguidores, o lo que fuera necesario.
Es decir, por ese pequeño puntito que no tenía y desesperadamente quería, estaba dispuesto a perderlo todo.
Parecía que para Koraj primero estaba Koraj y sus deseos. Pero, cuando analizamos nos damos cuenta de que al actuar así, Koraj se perdía en las nubes producidas por su ambición. No era Koraj quien se beneficiaría de la pasión desbordada de Koraj.
Nos hace recordar una famosa enseñanza de nuestra tradición:
“Rabí Eleazar Hakapar dice: La envidia, la codicia, y la búsqueda de honores sacan al hombre del mundo.” (Pirke Avot 4:21).
Para peor, se asesoraba con los terribles Datan y Aviram, quienes eran conocidos por sus repetidas imprudencias y traiciones.
Ellos junto a doscientos cincuenta líderes israelitas impulsaron una revolución en contra de la autoridad de Moshé y Aarón, aduciendo que Aarón no tenía derecho para ejercer las funciones del Cohen Hagadol (Sumo Sacerdote). Ese era el cargo que anhelaba Koraj para sí, ¿oh casualidad?
Para lograr la adhesión del pueblo introdujo quejas y críticas populistas, como haciendo creer que su interés honesto era el bien de los despojados, lo cual no era cierto.
Al final, aquellos dispuestos a trepar subversivamente, terminaron tragados por la tierra, con sus seguidores y todas sus pertenencias, pero los hijos de Koraj se salvaron.
Algunos integrantes del pueblo se disgustan por esto, ya que culpan a Moshé en lugar de admitir que el verdadero causante fue Koraj y sus seguidores. Por ello, Hashem permite que una plaga cause el deceso de miles de personas.
A pesar de haber sido inculpado injustamente, Moshé ruega a favor del pueblo, e indica a Aarón que expíe el pecado de ellos, por lo cual la plaga finaliza.
Aquí no terminó el asunto, sino que continuaron los coletazos de estos dramáticos momentos, los cuales te invito a estudiar luego, así como que descubras el resto de los interesantes temas que presenta esta parashá.
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