La persona ignorante e insegura por lo general busca aferrarse a cosas que le brinden seguridad. Creencias, doctrinas, ideas, lemas, partidos, sectas, rituales, prácticas, objetos, personas, lo que fuera que esté a mano y pueda ser usado como tosco madero flotante en medio de un naufragio. Una precaria tabla salvadora. Un improvisado salvavidas. Una cadena que retenga y asegure ante los embates de la tormenta.
Por sentirlo como su “decisión”, por adoptarlo como su brújula, por considerarlo como su única opción, por tenerlo como aquello que le permite seguir con una vida y dotarla de sentido, aprisiona con mucha fuerza su “cosa”, se niega a razonar, argumenta para seguir atrapado, idealiza, proclama la santidad de su “cosa” y no admite contradicciones. Levanta muros para no ver, para no sentir, para no admitir. Niega la realidad, hace complicados malabarismos para sostener la fantasía, es que muy dentro realmente siente que si la “cosa” el mundo se le acaba, nada tiene sentido, la vida se le termina, caería en un pozo de inseguridad e impotencia.
Sí, en verdad no puede retroceder ni un paso, aflojar un poco, soltarse apenitas, nada de eso puede hacer, porque siente que su mundo se quiebra, su realidad se raja, todo se desequilibra. Urgente corre a abrazarse a su “cosa”, aunque la mirada objetiva confirme que le dañe, que es un vicio, que está fracasando, que no tiene sentido, que es una vida hueca, que es una existencia oscura, nada de eso tiene valor porque solamente su “cosa”, su objeto asegurador, es lo que le fortalece (fantasiosamente). La “cosa” es sagrada, lo más santo, lo que debe ser defendido sin miramientos. Los que cuestionan son herejes, desleales, traidores, desertores, enemigos, aquellos que hay que destruir. Porque son los que denuncian la fragilidad del que adora a la “cosa”. Señalan la inseguridad, muestran la impotencia. Con su presencia y oposición, activa o pasiva, ponen en riesgo la falsa tranquilidad, la disfrazada salud del que está encadenado a la “cosa”.
Entre los adoradores de la «cosa» entonces les sucede que a la mayor inseguridad la suele acompañar el mayor fanatismo, necedad y violencia.
Los hijos y seguidores de estas personas pueden tomar la “cosa” también como central, como verdad, como algo bueno para aferrarse. Tal vez los continuadores no sean tan inseguros ni ignorantes, pero nacieron y se criaron en un entorno en el cual la “cosa” era un pilar, una herencia cultural que mantener con vigencia. Quizás los descendientes más esclarecidos puedan reconocer la endeble validez de la “cosa”, pero ya están insertos en un programa, dentro de un sistema, mandatados por sus antecesores, por lo cual con dudas y timidez no rechazan la “cosa”, sino que la mantienen en vigencia. La adoptan y la transmiten a sus continuadores. Sí gente brillante y bastante segura, también siguen encerrados en la celdita mental determinada por la “cosa” consagrada. Porque ellos también tiene su debilidad, sus puntos ciegos, su ignorancia. Quizás en otros aspectos, diferentes a los de los creadores del mito de la “cosa”, pero se apoyan en esa “cosa” o en otra igualmente falsa e igualmente esclavizadora.
Tu familia hace tal o cual cosa, ¿por qué habrías de hacer, sentir, pensar, creer algo diferente?
¿Por qué no?
Las costumbres se inventan por alguna causa insospechada y luego se inventan las interpretaciones, significados que le den algún sentido. Probablemente los motivos verdaderos no son ni siquiera rozados, escondidos detrás de mitos, leyendas, historias fantásticas, absurdos que se presentan como verdad sagrada.
La costumbres se reciben, se viven, no se cuestionan, se continúan, se transmiten. Si se las deja de lado se siente como si todo se viniera encima, si se estuviera en una fisura llena de mal, en lugar de aceptar las costumbres que tienen sentido, que promueven los valores de vida, que llevan a la construcción de Shalom. Dejar a los faraones en Egipto, no llevarlos con nosotros en nuestro viaje a la Tierra Prometida y mucho menos adorarlos como deidades estando ya alojados en la Tierra. Dejar a los faraones allí en donde han de estar. Tomar lo bueno, evaluarlo, compartirlo y dejar lo negativo.
Pero, la gente insegura e ignorante se fortalece en la unión, formando grupos de presión, expandiendo por la fuera y la amenaza sus “cosas”, santificando lo que ellos adoran y acusando/destruyendo lo que puede quitar la máscara a su debilidad. En su impotencia manipulan, ejercen la violencia, presionan, mienten, estafan , engañan , gritan, predican, repiten lemas, pelean sucio, lastiman, en su impotencia masacran en vez de romper con su adoración a ídolos y servilismo a sus “cosas”.
Puede que te parezca que estoy hablando de cosas lejanas, o sin sentido; quizás me estoy refiriendo a antiguos primitivos, a gente burda. Pero esto nos pasa a nosotros, en mayor o menor medida.
No te diré qué haces tú, cuál es tu “cosa”, cuáles tus debilidades que escondes detrás del ídolo “cosa”, porque eres tú el que debe hacer el recorrido de la libertad personal, quien debe reconocer su impotencia, admitir su falta de control en esto y aquello, denunciar a su ídolo, despojarlo del poder que se le ha otorgado. Hay gente que puede hacerlo, otros que aún no. Es necesario trabajar en uno mismo, ir conociendo las propias debilidades, admitiendo los propios errores, dejar de pretender manipular, fluir sin querer controlar todo, cuestionar con respeto. Es un trabajo necesario y difícil. Pero es la libertad.
Ah, pero el miedo… mejor volver a la esclavitud, encerrarse en la celdita, adorar a la “cosa” y quemar a los herejes que levantan una vocecita de saludable crítica.
El enemigo está dentro, hay que conocerlo para dejar de abrazarlo. Mejor es abrazar la vida, construir shalom, aunque eso no parezca provechoso, ni algo sagrado, ni esté lleno de costumbres y rituales. No precisamos de la “cosa”.
Es lamentable que también dentro del judaísmo se vean tendencias como éstas… El Rab Kuk escribe en Mamre Hareeiá que el Jofesh adeot/»el libre pensamiento» en sí es algo muy puro y positivo, pero lamentablemente no se lo ve así ya que la mayoría de portadores de este lema se encuentran subyugados bajo sus propias pasiones. El Rab Sherki dijo que le gusta mucho más dar clases en ámbitos y personas no observantes, porque hacen mejores y más interesantes preguntas, en los «religiosos» ya sabe que le van a poreguntar, siempre las mismas cuestiones, no se animan a abrirse, tener… Read more »
cierto, muy cierto