Un ministro del Faraón terminó en la cárcel, allí en donde estaba esclavo y prisionero el hebreo Iosef.
El muchacho se hizo cargo de cuidar del político, hasta los mínimos detalles.
Una mañana el egipcio despertó molesto, a causa de un sueño… ¡sí que valoraban los sueños en aquella época!
El joven judío se lo interpreta, viene de una familia de soñadores que además son intérpretes, y luego añade:
«Dentro de tres días el faraón te hará levantar cabeza y te restituirá a tu puesto. Volverás a poner la copa en la mano del faraón, como solías hacerlo anteriormente, cuando eras su copero.
Así, cuando te vaya bien, acuérdate tú de mí. Por favor, actúa con misericordia para conmigo; haz mención de mí al faraón y hazme sacar de esta casa.
Porque yo fui secuestrado de la tierra de los hebreos, y nada he hecho aquí para que me pusieran en la cárcel.»
(Bereshit / Génesis 40:13-15)
Podríamos considerar que era menudo el pedido, flaco el favor, aunque de gran importancia para quien recibiera nuevamente la chance de ser libre.
¿Qué costaba a un poderoso ministro, en cercanía directa con el hombre más poderoso de la tierra, deslizarle la habilidad e inocencia del jovencito hebreo, para así solicitar su excarcelación?
¿Un minuto?
¿Un poquito de aire y saliva?
Pero…
«el jefe de los coperos no se acordó de Iosef [José], sino que se olvidó de él.»
(Bereshit / Génesis 40:23)
La llave que abriría su prisión se le había escurrido.
Ahora estaba penando por duplicado, triplicado, cuadriplicado…
Estaba preso, era esclavo, era extranjero y ya no había esperanza de cambiar su amarguísima situación.
Los días se hicieron meses, éstos años y no había rescate para Iosef.
Tantas esperanzas, tantos sueños, tantas promesas y proyectos que quedarían sepultados en la espesura terrible del pozo en el cual se encontraba.
Pero, y he aquí una importante lección, a veces lo que parece un fracaso es la semilla de un éxito verdadero.
Pasaron dos largos, crudos, terribles años para que el jefe de coperos recordara a Iosef.
No lo hizo gratuitamente, sino para ayudar a su amo en problemas, justamente por un sueño que complicaba a los sabios.
Y recién entonces, cuando estaba todo cocinado, pudo salir Iosef del pozo para transformarse en un arrebato veloz e inesperado en el segundo hombre más poderoso de la tierra. O quizás el primero, ya que Faraón confió todo lo suyo a su ingenio.
Hasta ahora creo que no añadimos nada nuevo a lo sabido.
Por ello, te pido que me acompañes a imaginar una respuesta a esta pregunta.
¿Qué hubiese pasado si el ministro no olvidaba a Iosef, entonces al poco rato él hubiera recibido su libertad?
Imaginemos, porque podemos hacerlo.
Yo veo a Iosef, chico hábil y astuto, prontamente dirigiendo su propio negocio. Todo de forma legal, inconcebible de otra manera.
Una tienda, probablemente, que en unos años hubiera pasado a ser un gran comercio, algo así como una tienda por departamentos, un mall.
La riqueza no hubiera faltado, así como los lazos sociales con la crema y nata del lugar.
Le habrían conseguido una bella chica egipcia, de buena familia probablemente, y culminaría su rica vida en la prosperidad, rodeado de nietos egipcios, totalmente sumergido en su ideal cosmopolita.
Pero, el Rey tenía otros planes.
Mucho más profundos, extensos, trascendentales.
Los cuales requerían un poco más de trago amargo en el cáliz del muchacho.
Esos dos años de torturante espera fueron imprescindibles, para que su salida a la libertad correspondiera a las circunstancias que lo llevaría al poder y dominio absoluto instantáneo.
No habría tienda, ni una familia de alta alcurnia egipcia.
Sino, el liderazgo que conllevaba la salvación de toda la nación y de buena parte de la región.
Sí, también obtuvo plata, amigos, esposa bella y de prosapia, familia y un largo etcétera.
Pero, no fue como él había pensado.
Porque, sus proyectos no coincidían con los del Eterno.
Otro en su situación penosa hubiera hecho algo diferente, abandonado el trabajo, dejado de lado el carácter servicial y de construcción de SHALOM.
Pero no Iosef.
Él ya había aprendido de la peor manera, cuando recibió el castigo de parte de sus hermanos, y su venta, y la esclavitud, y la falsa acusación, y el lastimoso pasaje por la cárcel.
Ahora estaba seguro de que el camino debía ser el de la construcción de SHALOM, ya no más el orgullo, la traición, el chisme, la holganza… ya no más el EGO.
Ahora era Iosef haTzadik, a pesar de su vida de egipcio, de su arraigo a lo egipcio.
Él no perdió la comunicación con su esencia, a pesar de todas las máscaras que debió usar.
Gran lección, en varios aspectos.
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