La vida es una escalera, tal como la percibiera en su sueño profético el joven Iaacov.
Con sus pies apoyados sobre la tierra y su cabeza en los cielos.
Puede ser larga o corta, según el tiempo destinado a cada uno. No está en la extensión su secreto, sino en cómo la vivimos.
Por ella a veces bajamos, otras ascendemos.
Pero es imposible estar en un mismo peldaño más que un instante que vuela veloz.
Cada escalón es un desafío, hasta aquel que parece ser tranquilo y sin complicaciones. Su reto está precisamente en superar la pereza, la comodidad, el hábito. También en la riqueza está el desafío, no solamente en la pobreza. En la salud, tal como en la enfermedad. Cada momento trae su lucha.
Podemos reaccionar, dejándonos llevar por automatismos e irracionalidad. O podemos responder, asumiendo con inteligencia y moderación las cuestiones.
Podemos aumentar la oscuridad que rodea a nuestra NESHAMÁ, y por tanto obstruirnos más la irradiación de su permanente LUZ. O podemos doblegar al EGO, domesticarlo, ubicarlo en el rol para el cual fue creado, y entonces comportarnos de acuerdo al código ético/espiritual que se encuentra en el ADN de nuestra existencia.
Aceptemos el desafío, mantengamos el equilibrio, avancemos en conocimiento y conciencia, construyamos SHALOM con pensamientos, palabras y acciones de bondad y justicia.
Tendamos puentes solidarios, de AMOR, con el prójimo, para de esa manera manifestar la unidad esencial espiritual también en este mundo.
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