Los religiosos, es decir los servidores del EGO al que llaman “dios”, dicen que el personaje conocido en español como Job (Iyov) era un hombre “de fe”. Si lo quieren hebraizar, (aunque el hombre no era hebreo, ni israelita, ni judío, sino un noájida de principio a fin) dicen que Iyov tenia “emunah” (confundiendo gravemente el concepto EMUNÁ con fe, cosa que es diametralmente lo opuesto una de otra).
Resumiendo, errónea y religiosamente identifican a Job con la fe.
Si nos tomamos el tiempo para leer el texto, al inicio mismo la descripción de sus cualidades espirituales son bien otras, atendamos:
«Hubo un hombre en la tierra de Uz, que se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Elohim y apartado del mal.»
(Iyov/Job 1:1)
Por lo visto la fe no se encuentra mencionada.
Es más bien una versión imperfecta del constructor de SHALOM, que es aquel que vive plenamente su espiritualidad en el mundo.
Construir SHALOM es andar por la vida con pensamientos, palabras y acciones de bondad y justicia, siendo leal al Eterno.
Job no alcanzaba esa alta estatura, pues se quedaba en la justicia (íntegro y recto), ponía mucha atención en no ofender a Elohim, y se apartaba del mal; pero no era activo en la parte aquella de la bondad, ni tampoco en amar al Eterno, ni tampoco en hacer el bien y disfrutar a pleno de lo permitido.
¿Te das cuenta de esta imperfección del hombre en cuestión?
Y no tiene nada de malo darse cuenta de las falencias, porque es a partir de tomar conciencia de donde estamos parados, de hacia donde queremos ir, de cuanto nos falta, de por donde podemos llegar, etc., que estaremos verdaderamente en la tarea de avanzar en espiritualidad, de traer la Redención al mundo.
Como sea, lo positivo de Job, no era perjudicado por esa cosa tan irreal y perjudicial como la fe.
Porque no se menciona en el texto sagrado que tuviera fe, ¡gracias a Dios!
De hecho, así es como el Creador describe las mejores cualidades de Iyov:
«Y el Eterno preguntó a Satán [el acusador]: –¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Elohim y apartado del mal?»
(Iyov/Job 1:8)
Ciertamente era un gran hombre para su época, rodeado por todas partes de idólatras, pervertidos, ignorantes, religiosos de la peor calaña, sin un pueblo constituido bajo el manto sagrado de la Torá o con fidelidad a los mandamientos noájicos.
Claramente en sus circunstancias, su nivel imperfecto alcanzado era extraordinario, un ejemplo, pero en su tiempo y condiciones. Hoy, con milenios de Torá y enseñanzas cristalinas de espiritualidad, Job probablemente podría estar más firme en aquello de hacer el bien y no solamente quedarse con la justicia. Podría saber que existe el amor a Dios, y no solamente temerLe.
Es decir, no es una crítica a Iyov, sino un elogio por su altura a pesar de la situación adversa.
De hecho, ES la crítica que el propio libro le hace a Iyov y concluye cuando él aprende que puede dar ese paso que le falta para estar más arriba en la escala de la espiritualidad.
Paso que finalmente dio, luego de demasiado sufrimiento y justificaciones para seguir siendo solamente recto y temeroso de Dios, en lugar de un completo constructor de SHALOM.
Lo que queda rotundamente claro es que fe, esa tontera religiosa, de seguro que Job no tenía.
Al menos no en el primer capítulo del libro llamado por su nombre.
Pero, hacia el final del primer capítulo encontramos que tras enterarse de las terribles desgracias que le ocurrieron a sus hijos, criados, animales y bienes:
«Y dijo: –Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Eterno dio, y el Eterno quitó. ¡Sea bendito el nombre del Eterno!»
(Iyov/Job 1:21)
¿Esto es una demostración de fe?
Pues, absolutamente no.
Es la manera típica para que se exprese alguien que es temeroso de Dios.
Porque el temeroso de Dios se sabe infinitamente lejano de Él, absolutamente carente de cualquier poder ante Su Majestad. El que Le teme, está atento a no cometer errores, se obsesiona con las fallas, porque su imagen del Eterno no contempla Su Bondad sino su extrema Justicia. Por tanto, ante un Dios así de terrible el miserable ser humano tiembla de impotencia, desfallece, se sabe incapaz de dar un paso sin estar siendo observado y a punto de sufrir por sus errores.
Gracias a Dios que Él nos dice que esta es solamente una de las facetas necesarias en la persona espiritual, pero que debe ser totalmente equilibrada con el amor a Dios. Donde nos sentimos cercanos, porque sabemos que Él es Padre, Misericordioso, rápido para perdonar al que se arrepiente. Porque en Su infinita Sabiduría nos contempla con infinito Amor y paciencia. Entonces, con la mente equilibrada entre el temor y el amor a Elohim, la persona puede dedicarse realmente a vivir a pleno en este mundo, para cumplir con Su Voluntad. Entonces, construir SHALOM, con bondad y justicia, tal como tiene temor y amor a Dios.
El temeroso del Cielo cuando sufre percances, de inmediato encuentra justificativos para ello, porque en algo debe de haber pecado. El sufrimiento es la vara de castigo de ese Dios al que se teme, que envía el tormento para hacer justicia.
Es el Dios que da y que quita, al que no se le cuestiona.
Ese era la imagen del dios que estaba en la mente de Iyov.
De seguro, NO ES el Eterno que se manifestó ante todo el pueblo judío en el monte Sinaí.
La de Job era una visión sesgada de Él, quedándose con el dios terrible, estricto, severo.
Repito, esa es una visión correcta pero imperfecta, porque deja de considerar al Padre para quedarse solo con el Rey.
Mira como no es mi interpretación, sino lo que el Mismo Dios dice:
«El Eterno preguntó a Satán [el acusador]: –¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Elohim y apartado del mal; y que todavía se aferra a su integridad a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin motivo?»
(Iyov/Job 2:3)
¿Viste a qué se está aferrando Iyov?
A la integridad, al lado de la justicia.
¿Cuándo ocurrió la redención personal de Iyov?
¿Acaso cuanto tuvo fe?
¿Cuando siguió atrapado en su parcial relación con el Creador?
La respuesta NO ES la que habitualmente te dan los religiosos, ni los maestros a medias, sino la que el propio texto sagrado te da.
Job encontró su paz cuando aprendió lo que le faltaba, que es a ser bondadoso, a obrar con bien y no solamente con justicia. A no escapar del mal, sino también a hacer el bien.
Atiende al texto sagrado:
«El Eterno restauró a Job, cuando él oraba por sus amigos, y aumentó el Eterno al doble todo lo que había pertenecido a Job.»
(Iyov/Job 42:10)
Solamente cuando dejó de ver solo su sufrimiento, de estar atento a lo que le pasaba a él, de sufrir sus propias pérdidas, de auto convencerse de que siendo solamente temeroso de Dios era suficiente, de buscar justificar sus traumas porque Dios es terrible y severo; solamente cuando REZÓ POR SUS AMIGOS, es decir, cuando hizo lo que pudo para beneficiar con bondad a otros, fue que el Eterno lo restauró.
No era cuestión de fe, ni de malabarismos teológicos.
No se andaba precisando de rituales, ni de ropas chistosas.
No quería Dios bailecitos, palmaditas, frasecitas clichés.
No estaba esperando complicadas filosofías ni doctrinas que estupidizaran.
Lo que Dios estaba esperando de Job era que dejara de ser un extremista y equilibrara su vida con lo que le estaba faltando: AMOR. Que son actos generosos, que benefician a otro sin dañarse uno, y son hechos sin esperar nada a cambio. Porque el viejo Iyov hacía actos de aparente bondad por sus hijos e hijas, pero eran solo a causa del temor del pecado, no por el amor al prójimo y a Dios.
Entonces, cuando Iyov aprendió que debía sumar la bondad a la justicia, contemplar a Dios con amor y no solo con temor, fue entonces cuando la persona despertó su conciencia espiritual y avanzó.