La moral del padre, la instrucción de la madre

Por supuesto que las palabras de los padres son muy importantes, extremadamente poderosas, tanto para construir como para destruir.
Las palabras usadas como herramientas de confección ayudan al hijo a ir construyendo una personalidad saludable, integrada, armoniosa; en tanto que las palabras que son como flechas venenosas, tienen el nefasto poder para seguir  lastimando mucho después de que la mente consciente quizás las ha olvidado.
Sin embargo, es la conducta de los padres lo que se constituye en la piedra fundamental sobre la que se basa la edificación personal del hijo. Sobre ese fundamento se va erigiendo el sistema complejo que es la persona.
Cuando el hijo es testigo de las contradicciones de sus mayores, porque lo verbalizado choca de frente con lo actuado: ¿cuál te parece que influirá con mayor contundencia?
Si, por ejemplo el padre le dice al hijo que es malo mentir, y acto seguido le dice que si llaman a la puerta diga que él no está… ¿cómo crees que será procesada esa divergencia en la mente en formación del niño?
Entonces, es excelente aprender a usar palabras de edificación.
Es maravilloso rebosar de buenas intenciones, que estén necesariamente acompañadas por conocimiento y conciencia.
Pero de insustituible prioridad es la conducta, lo que estamos siendo ante los ojos de nuestros hijos.

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