Una de las técnica de meditación, de las más extendidas y frecuentes, es aquella que enseña a poner atención en la respiración y cuando la mente se desvía, traerla de vuelta.
Para quien no ha intentado esta técnica, suena de una simpleza extrema.
Porque, ¿qué tiene de complicado estar con la mente enfocada en el ritmo de la propia respiración?
Todos respiramos, podemos sentir que lo hacemos, tenemos el poder para dirigir nuestro pensamiento, ¿no es así?
Entonces, ¿qué podría salir mal?
Sin embargo, los que probaron meditar saben que requiere muchísimo entrenamiento, paciencia, persistencia, capacidad de perdonarse, voluntad y hasta resistencia física.
Ya que, la mente divaga, se escapa, dispara contenidos de manera espontánea y sin método.
No una o dos, sino miles de veces por día surgen ideas, sentimientos, imágenes, “pensamientos”, que nos arrastran de un lado para otro. Nos llevan y traen, sin coordinación, sin orden, sin control.
Ni siquiera precisamos estar dispuestos a meditar para darnos cuenta de la tarea dificultosa de mantenerse enfocado, nos pasa miles de veces por día que nos encontramos con la mente en cualquier parte menos en aquello que debiera estar. Por ejemplo, cuando asistimos a conferencias, en clases, durante el trabajo, mirando un programa de televisión, conversando de un tema importante, ¡dime tú!
Ocurre que, cuando tratamos de meditar podemos darnos cuenta con más claridad de esta marejada indomesticada que sucede en nuestra mente.
Porque, adrede queremos calmar todas esas incitaciones a no permanecer enfocados… ¡y ni siquiera podemos!
Es bueno saber que esto es normal que suceda, que no eres el único y que no hay nada defectuoso en el hecho de tener que luchar consigo mismo para darse un momento para meditar, o para acallar la mente, o para enfocarse.
No se está ante una deficiencia, sino ante la constatación de cómo funciona de forma regular la mente humana.
La mayoría de nosotros, tenemos la capacidad de enfocar muy brevemente, y esto significa unos pocos segundos; quizás algún minutito.
Pero luego, la mente no se queda atrapada en su silla, sino que sale a recorrer, y vuela, y se escapa.
Es muy normal y para nada alarmante.
Por ello, el poder que se ejercita cuando uno se entrena en meditar.
Se está sobreponiendo a la condición natural, para lograr un capacidad más allá de lo frecuente.
Tal como un nadador profesional, que dedica horas y horas a entrenar su técnica, y con ello desarrolla un esbelto y fortalecido cuerpo, así como produce resultados en su nado.
O el músico, o el fisiculturista, o el boxeador, o el cantante, o el… cualquiera fuera la capacidad que se desarrolla con entrenamiento, ejercitación.
Según informan estudios recientes, con la infinidad de estímulos que nos asaltan desde las pantallitas, con el océano interminable de propuestas que la vida actual presenta, cada vez se hace más arduo ser maestro del propio pensamiento y tener la habilidad para mantener el foco.
Tenemos decenas, a veces hasta centenas, de pestañas abiertas en el navegador. Más de una pantallita ofreciendo sus sugerencias sin parar. La música de fondo. Los ruidos incesantes del tráfico. Los vecinos ruidosos, en edificaciones donde la privacidad está agujerada para reducir costos. Las notificaciones, uasaps, tuits, posteos… ¡sin fin!
Sumemos todas las fuentes de percepción, no nos quedemos solamente con las imágenes que sobrevuelan nuestra mente, ni los ruiditos de los aparatitos electrónicos, porque además tenemos cuantiosas sensaciones corporales simultáneas, aromas, sabores, el tacto en toda nuestra piel, los reclamos intestinales… ¿sigo?
Ahora bien, tratemos de introducir una sencilla técnica que nos ayude a reenfocarnos y cuanto más la ejercitemos, cuanto más constantes y asiduos seamos, mejores serán los resultados y sobrevendrán con mayor facilidad.
Imagina que cada idea, sensación, estímulo que atraviesa por tu conciencia es un bus en una ajetreada terminal de buses de una gran ciudad.
Tú quieres tomar el bus X, porque es el que te lleva a tu destino.
No te sirve ningún otro, solamente el bus de línea X.
Recorres los andenes y pasillos de la terminal, buscando la correcta. Tienes miles de alternativas, ofertas variadas, te llama la atención la comodidad de tal unidad, la promesa de un servicio en la otra, la ciudad de arribo de la siguiente, etc. Pero tú quieres ascender al bus de línea X, es el que te lleva a tu destino.
Por tanto, sin pelearte contigo ni con el mundo, ves las diferentes ofertas, pero no te subes a ninguna.
Porque ni uno de esos buses es el que te quieres tomar.
Los ves ir y venir, sin enojarte, sin angustiarte, pero tampoco sin subirte a ellos.
Hasta que encuentras el bus X, al cual te subes y te enfocas en él y su recorrido.
Con curiosidad, muy importante ingrediente, atiendes a todos los detalles que te ofrece este bus así como maravillas con lo que te ofrece.
Aunque estés en él, ves pasar montón de otros buses, los registras, pero no te subes a ellos, simplemente los ves pasar sin que juzgues, ni valores, ni opines… solamente pasan, te das cuenta y vuelves a enfocarte en tu bus.
Así hasta que llegues a tu destino.
Si la meditación que estás queriendo hacer se enfoca en la respiración, ese es tu bus.
Si se enfoca en alguna imagen, sonido, palabra, o o que sea en concreto, entonces ese es tu bus.
Ninguna otra cosa, nada más.
Dejas correr lo que no es para ti, sin contiendas, sin juicios.
Con el correr de los sucesivos y reiterados entrenamientos, te sorprenderás al descubrir que tu mente se ha aquietado, como un lago que fuera sacudido por la caída de gotas que alborotaron la superficie, pero tras el proceso necesario ha vuelto a la calma. Un lago que es un espejo, que te refleja y te da paz.
Preciso saber tu opinión.
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Entre lágrimas le agradezco por este texto.
Cuando niño en el colegio recuerdo que algunas personas me decían q era un problema. Q por eso dibujaba en clase o en hojas de tareas. O q me costaba tanto concentrarme en algunas materias o conversaciones.
Ahora mismo, casi escribo antes de terminar el texto, aunqué me convencí y lo leí completo.
Le deseo mucha bendición y salud. Saludos.
igualmente, bendicion