Lo que Dios pide para darte

«La sangre os servirá de señal en las casas donde estéis. Yo veré la sangre y en cuanto a vosotros pasaré de largo y cuando castigue la tierra de Egipto, no habrá en vosotros ninguna plaga para destruiros.»
(Shemot/Éxodo 12:13)

¿Acaso Dios precisaba que los israelitas pintaran con la sangre del cordero pascual los marcos de las puertas para saltear esas casas?
¿Qué enorme enseñanza se esconde en esta acción?

Una de las respuestas incluye todo el trámite que los israelitas tuvieron que hacer: tomar un corderito, atarlo a la pata de la cama, tenerlo casi cinco días en esa posición humillante, sacrificarlo públicamente, juntar la sangre y pintar con ella el marco de las puertas, asarlo completo sin partirlo, comerlo totalmente, reunirse para comerlo, comerlo junto a matzá y maror vestidos como si fueran a salir de inmediato de Egipto.
Todo esto implicaba que los israelitas demostraran que estaban dispuestos a ser leales al Eterno, que estaban conscientes de que tendrían que hacer cosas que podían ser chocantes para la sociedad, que los pondría en situaciones incómodas, que los haría diferentes; pero eran acciones mandadas por Dios.
Es decir, tendrían que estar dispuestos a confiar en Dios y no en sus intelectos, dejar de querer comprender y simplemente dejarse caer para ser recibidos por el abrazo del Creador.

La segunda respuesta nos presenta una perspectiva mucho más activa, pues nos dice que Dios quiere que hagamos nuestra parte, por modesta que ésta fuera, para asociarnos a Él.
Como una madre que pide al hijo pequeño que pele las papas para poner en el guiso; ciertamente la madre no precisa la ayuda del niño, pero cuando así hace está fortaleciendo a su hijo, haciéndole ver que tiene capacidad y poder, que su acción es valiosa y que todo él es valioso. Por tanto, no es meramente un par de papas peladas lo que está en juego, sino el crecimiento y estabilidad emocional del niño. Así él aprende a ser parte y no meramente espectador. Se asume como activo participante y no solamente el receptor de lo que el otro buenamente quiera darle.
Algo similar, pero a escala universal, es cuando Dios nos insta a que participemos junto a Él, que hagamos nuestro modesto aporte. No porque sea necesario, ya que nada precisa Él, pero sí porque es bueno para nuestro crecimiento como personas.
En el caso de las puertas pintadas Dios sabe perfectamente quién está en donde, cuáles son los pensamientos de cada uno. Pero Él quiere que las personas se sientan parte de la redención, no meramente sean objetos del accionar de Otro. Cuando uno se siente parte, cuando uno forma parte, entonces el lazo se fortalece, la persona se fortalece. Así Dios quería que los israelitas se dieran cuenta de su poder. El poder de Dios ya era evidente con las nueve plagas anteriores, y con todo lo que vendría luego de índole maravillosa. Para que los israelitas no quedaran sumidos en humillación, Dios los hace intervenir y actuar de tal modo que ellos se sientan realmente integrantes de la salvación.

La tercer respuesta es que los israelitas tomen conciencia de lo que está sucediendo y este hecho quede marcado profundamente en la memoria colectiva para que no se pierda ni por el paso del tiempo, ni por sucesos dramáticos, o lo que fuera.

La cuarta respuesta es para que los israelitas tomen partido por su causa, negando con ello todo lo que la cultura de Egipto grabó en su Sistema de Creencias.
Tenían que romper activamente con su pasado de esclavos, tenían que nacer como nación de personas libres, por tanto no podían quedar pasivos y a la espera de los milagros de Dios; sino ser activos en la realización de los mismos.

Hasta aquí algunas ideas, pero me encantaría escuchar las tuyas, que puedes dejar aquí mismo en los comentarios.

Si este estudio te ha sido valioso, agradécelo dando una generosa tzedaká a nuestra causa: https://serjudio.com/apoyo

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