La parashá de esta semana nos acerca la narración de la Revelación de Dios en el monte Sinaí, evento histórico del cual participó todo el pueblo de Israel. Es el momento que celebramos cada año en la festividad de Shavuot, manteniendo con fidelidad el testimonio de aquellos alrededor de tres millones de israelitas que fueron testigos directos del acontecimiento más grandioso de la humanidad.
Imagínense, el Eterno manifestándose “en persona” a unos recién liberados de la esclavitud; el Creador expresando Su Voluntad a un neonato pueblo carente de poder y perspectiva; el Infinito ocupándose con cariño maternal de Sus hijos, los limitados humanos.
Como la capacidad humana es tan estrecha, en todos los sentidos, e infinitamente nada ante Él, el cual es infinitamente todo; necesariamente el encuentro tuvo que ser breve, súper condensado, intenso, para que pudiera ser tolerado por los humanos y además tuviera un sentido en sus vidas.
De hecho, el midrash cuenta (Shemot Raba 29:4) que todos los israelitas fallecieron al instante cuando dio inicio la expresión de cada uno de los Aseret haDiberot (Decálogo, los mal llamados “Diez Mandamientos”), ya que nuestros minúsculos organismos no tienen la capacidad de resistir ese flujo energético infinito, pero el Eterno nos revivió de inmediato, hasta finalizar aquella revelación.
Sabemos que los midrashim aggádicos no son para tomarlos literalmente, por tanto habría que descubrir qué nos han querido enseñar los Rabinos con esta metáfora. Para no extendernos ahora, pues no es el tema de este encuentro, diremos simplemente que nos están refiriendo de lo insondable que es para nosotros el Eterno, ya que ni siquiera cuando Él se manifiesta directamente somos capaces de tolerar Su Presencia. Por eso es de prudentes, y sabios, limitarse y NO hablar DE Dios, pero es muy bueno hablar CON Dios. Es decir, dejar de lado la teología, que siempre es un disparate, y dedicar un tiempo diario a la tefilá (el rezo, la comunicación auténtica y directa con Dios). Porque cuando pretendemos hablar DE Dios, estamos entrometiéndonos en aquello para lo cual no estamos capacitados; pero si hablamos CON Dios, estamos sacando a relucir el nexo perpetuo que nos une a Él.
Regresemos a la Revelación de los Aseret haDiberot.
Uno de los eventos milagrosos de aquella ocasión fue en la frase correspondiente al día de Shabat, que fue emitida “en estéreo”, pues Dios dijo dos frases al unísono:
«זָכ֛וֹר אֶת־י֥וֹם הַשַּׁבָּ֖ת לְקַדְּשֽׁוֹ:
Acuérdate del día del shabat para santificarlo.»
(Shemot/Éxodo 20:8)«שָׁמ֛וֹר אֶת־י֥וֹם הַשַּׁבָּ֖ת לְקַדְּשׁ֑וֹ כַּֽאֲשֶׁ֥ר צִוְּךָ֖ ה’ אֱלֹהֶֽיךָ :
Guarda el día del shabat para santificarlo, como te ha mandado el Eterno tu Elohim.»
(Devarim/Deuteronomio 5:12)
Evidentemente se han empleado ríos de tinta para explicarnos este hecho, abrirnos a enseñanzas, filosofar, llenarnos de piedad, indicarnos halajá, etc.
Nosotros daremos un comentario a partir de una explicación del Maharal de Praga, quien preguntó: “¿Cuál es el propósito de que Dios diga «Zajor» (Recuerda) y «Shamor» (Guarda) simultáneamente?”.
El mismo Maharal responde: “las dos frases se pronunciaron simultáneamente para enseñarnos que son igualmente esenciales para la correcta observancia del día del Shabat. Si la Torá hubiera dicho únicamente: «Shamor el día de reposo», habríamos pensado que el Shabat está santificado si simplemente nos abstenemos de trabajar; no necesitamos hacer nada para imbuir el día de santidad. Por otro lado, si la Torá hubiera dicho solamente: «Zajor el día de reposo», habríamos pensado que el Shabat está santificado si recitamos kidush, sin importar qué más hagamos en ese día. Ahora sabemos, sin embargo, que solo con ambos aspectos, abstenerse de la melajá y santificar activamente el día, observamos adecuadamente el Shabat.”.
Es decir, nos ha dado el Creador dos facetas para equilibrar nuestro vínculo con el día de Shabat, tal como con el resto de las cuestiones espirituales. Por un lado tenemos la acción, que se traduce en la legislación conocida como halajá; por el otro lado tenemos el habla/pensamiento, que conocemos como los valores/actitudes.
Recordemos que según la Tradición, la NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial, chispa Divina) usa tres trajes durante su estadía en este mundo: pensamiento, palabra y acción.
Estamos contemplando ahora como el mandamiento del día de shabat en el Decálogo simultáneamente los implica. Completamos nuestro shabat absteniéndose de ciertas acciones, pero también enfocando nuestro pensamiento en determinados asuntos y evitando otros, pero también hablando y recitando ciertas palabras y no diciendo otras.
Extrapolemos esta enseñanza a otras áreas de nuestra vida.
No es suficiente con hablar de amor, cosa que está muy bien por cierto; sino que se deben realizar acciones generosas que beneficien al otro, entonces realmente hay amor.
No basta con dar lindos discursos acerca de ayudar al mejoramiento de las condiciones del prójimo necesitado, aunque son muy inspiradores y a veces útiles, sino que también hay que poner la mano en el bolsillo, sacar plata y colaborar prácticamente.
No alcanza con apartarse del mal, sino que también hay que hacer el bien.
Son maravillosos los mensajes acerca de bitajón (confianza) y emuná (convicción, mal traducida como fe), pero si se quedan en filosofía nada más, pueden ser removedores emocionales, pero carentes de beneficios sin el accionar asociado a Dios.
En síntesis, pongamos de manifiesto nuestra NESHAMÁ con pensamientos, palabras y acciones, que sean de bondad y justicia para que de esa manera construyamos SHALOM en este mundo y con ello también para la posteridad. Cuando hacemos con todo bitajón nuestra parte, podemos tener poderosa emuná esperando la parte que hace nuestro Socio.
Que tengamos un estupendo shabat shalom umevoraj, los esperamos este viernes a las 19:15 hrs en el Centro Maimónides para celebrar con alegría y respeto del shabat.
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