Los hebreos estaban “al lado de Pi-hajirot, frente a Baal-tzefón” (Shemot / Éxodo 14:9).
Delante el Iam Suf, mar de las Cañas, o mar Rojo como le decimos habitualmente.
Detrás el faraón con sus huestes sanguinarias, listos para dar el zarpazo sobre los judíos.
A los costados, imposible de andar.
Entonces, se abrió el mar y avanzaron los hebreos en seco, hacia la aventura de ascender en su conciencia, en su práctica, para así ser libres en su tierra prometida.
Atrás dejaban físicamente Pi-hajirot, el último punto de aquel Mitzraim / Egipto, que significa angustia, esclavitud, materialismo, decadencia, impotencia.
Ese que los había sometido en su cuerpo y alma, cuando su estado de sumisión los hacía olvidar la NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial) como si no existiera.
Ahora estaban encaminados en un gradual proceso de rectificación, en el cual debían desaprender y aprender, porque habían sido amaestrados para la anulación de su chispa divina.
Así operaba Mitzraim, y lo sigue haciendo actualmente, como en todas las épocas. Obviamente que no el país Egipto, sino aquello que es un Mitzraim en nuestra vida. Lo que nos enajena y aparta de nuestra esencia, que nos lleva a vivir una vida ajena haciéndonos creer que es la que nos tocó “en suerte” y debemos aceptarla y resignarnos a ella.
Arribaron al otro lado, primer paso en el mundo al otro lado del río.
Una tierra en la que se prometía libertad e independencia, pero a las cuales no llegarían sino en mucho tiempo y esfuerzo.
Multitudes quedarían en el camino, por diferentes motivos, no siendo capaces de avanzar y perfeccionarse más allá del punto al cual alcanzaron.
Esto nos sirve como modelo para nuestras vidas.
En ocasiones llega la oportunidad para atrevernos a cruzar el río, dejar atrás el pasado tortuoso y adentrarnos en la experiencia de mejorarnos.
No es por arte de magia, ni se encuentra el objetivo fácilmente.
No hay una deidad mística que te concederá el deseo y te lo hará presente porque tu voluntad lo disponga.
Sin embargo, si está el Eterno, acompañando cada paso, sosteniéndote en tus tropiezos, alentándote cuando parece imposible la meta.
Él es el que te escuda, aunque te rodeen los enemigos y caigas en multitud de trampas y obstáculos.
Él te asegura y te orienta, aunque parezcas solo y sin salvación.
Él te envía Su fuerza, a cada instante.
Él abre el mar para que cruces, y te muestra la dirección así como alcanzar la tierra prometida.
Pero eres tú quien debe caminar, levantarte, detenerte, en resumen, hacer tu parte.
Porque Él hace la Suya, así como cada quien de nosotros debe hacer la que le corresponde (y no otra).
Se abre el mar, con la apertura de conciencia, para que pienses, sientas, decidas, actúes de manera espiritual y no de acuerdo a los mandatos que te han insertado y te hacen reaccionar como robot.
Éste es ciertamente un milagro, uno que no se publicita ni se difunde, pero que acontece para todos, en diferentes oportunidades.
Está en ti darte cuenta, aceptarlo y hacerte responsable de desarrollarlo.
Al dejar Mitzraim estarás abandonando el mecanismo del EGO, con sus automatismos agresivos y destructivos, sus hábitos tóxicos, sus miedos, sus fantasías de control omnipotente, su abandono y debilidad.
Estarás más consciente, mejor enfocado, aprovechando tus recursos pero no para el beneficio egoísta, sino para ti y para compartir con generosidad.
Podría parecer ahora, viéndolo desde al lado de alguna pirámide, como un asunto innecesario, un cuento de hadas, algo ridículo en este mundo tan competitivo y feroz.
Porque, ¿acaso no es mejor ser un “vivo”, aprovecharse de los demás, recurrir a cualquier trampa para tener “éxito”, sobresalir sin medir las consecuencias?
¿A quién le puede interesar una propuesta de vivir espiritualmente, construyendo SHALOM?
Es la gente que queda en Mitzraim, que no pueden salir. Que si se les abre el mar, perecen sumergidos en sus turbulentas aguas. Y quieren arrastrar a otros a su impotencia, en general no por maldad, sino por necedad. ¿Eso es lo que queremos para nosotros y los que amamos?
El asunto es que, cuando se va uno apartando de Mitzraim, se va sintiendo qué es realmente el poder, y lo diferencia notablemente de las apariencias de poder.
Se percibe lo que significa espiritual, y se lo distingue claramente de la religión o los diversos malabares del EGO para desviarnos del Norte marcado por la NESHAMÁ.
Se comprende profundamente la dicha inmensa de vivir en libertad, siendo solidario, actuando siempre con bondad y justicia.
Y se ve la oscuridad del EGO con otros ojos, poniendo las cosas en su lugar y tiempo adecuados.
En el camino habrá tropiezos, subidas y bajadas, retrocesos, protestas, el EGO que no se conforma a cumplir su estricta función beneficiosa.
El entorno tampoco colaborará, porque se nos querrá devolver a la esclavitud, ser uno más de la masa.
Los contratiempos y enemigos emergerán y nos enfrentarán.
Sepámoslo, seamos conscientes.
Cuando ocurra llegaremos, cada uno, a la tierra prometida.
Nos estableceremos en ella.
Disfrutaremos de sus bendiciones, nos saciaremos y agradeceremos al Eterno.
Compartiremos con el prójimo y dejaremos un mejor terreno preparado para los que vienen después.
Esta es la senda antigua y sagrada.
Estamos hace años trabajando en difundirla, ahora comenzamos explícitamente con seminarios, conferencias, clases, de CABALÁ.
Participa, haz tu parte.
Gracias.