¿Miedo de Dios?

Ya enseñamos en varias oportunidades que el miedo es una reacción fisiológica ante la anticipación imaginaria de una situación de impotencia futura.
Por lo cual, el presente se perturba a causa de algo inexistente y que probablemente nunca se materialice.

Cuando la imaginación está limitada por el razonamiento y existen evidencias de un peligro que se pudiera manifestar,
entonces no es miedo, sino saludable precaución.

Ejemplo: no encender un fósforo por miedo a que se incendie mi casa; contra ser responsable en el uso del fuego para evitar desastres.
¿Comprendes la diferencia?

¿Entiendes el valor de la precaución,
así como el desgaste y perjuicio que surge del miedo?

Por otra parte, el susto es la normal reacción fisiológica ante un hecho presente, factual, que nos pone en situación de impotencia.
Ver que un camión se nos viene encima, no dispara el miedo, sino el susto.

Todo miedo, todo sin excepción, está referido a esa impotencia figurada hacia el futuro.
Los miedos básicos son aquellos que generalmente ocupan una parte en nuestra vida, como a morir, sufrir, dolor, accidentarnos, pobreza, miseria, abandono, ser rechazados, decir tonterías, ser discriminados negativamente, no saber, la oscuridad, los monstruos, enloquecer, lo que hay tras la muerte… ¿te resultan conocidos?

Ante el Eterno el miedo es inexistente,
aunque a veces se emplee la palabra miedo para referirnos a la relación del hombre con Él.

¿Por qué no existe miedo hacia Él?
Porque Él es la Fuente de toda vida, así como el que nos potencia y ama infinitamente.
Él nos crea y vivifica, nos otorga el camino y la eternidad dichosa.
Su voluntad es que alcancemos el máximo de plenitud de gozo, en unidad.
Sincrónicamente, es Juez y Todopoderoso, por tanto Aquel que pone desnuda nuestra limitada existencia, nuestra absoluta impotencia ante Él.

Todo esto nos genera un estado emocional confuso, que algunos asumen como miedo, pero en verdad debe ser identificado como REVERENCIA.
El sentirnos y sabernos infinitesimales ante Él, pero amados y santos porque Él nos ama y nos santifica.
Lo cual nos debe llevar a la saludable autoestima, aquella que nos da poder y gozo en este mundo.
Así somos conscientes, en el máximo grado posible de la consciencia.

¿Comprendes?
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