Nuestro cerebro es una maravilla tecnológica, pero como no soy un experto no abundaré.
Solamente diré que para funcionar requiere de una enorme cantidad de energía, por lo cual, viene incorporado en su sistema operativo un modo de “ahorro de batería”; por lo cual, buscará mecanismos para no malgastar energía y preservarla.
Así, se pueden identificar tres modalidades habituales que usa nuestro cerebro para vincularse con el entorno en tanto cuida el consumo energético, y éstas son:
- Simplificaciones
- Etiquetado
- Suposiciones
Te las explicaré brevemente para que podamos comprender un poquito de lo que estamos tratando.
El cerebro se enfoca en determinados puntos del infinito panorama que nos circunda y hechos que suceden. Actúa como un potente filtro, lo cual es muy bueno y valioso, ya que nos preserva de saturación de información, de atiborrarnos de cosas secundarias e inútiles, a la par que ahorra energía tan escasa y necesaria.
Sin esa esquematización de la información nos sería virtualmente imposible conectar con nada, pues nuestra capacidad de recepción y procesamiento es limitada. Porque, es cierto que nuestro cerebro es una maravilla biotecnológica, pero no deja de ser obra de “este mundo”, por tanto falible, imperfecto, limitado, destinado al caos y deterioro.
Pero también el estupendo procesador se maneja con recuerdos, creencias, valores, estructuras previas que se fueron adquiriendo y formando, por lo cual tiende a encasillar, categorizar en clasificaciones ya manejadas. Por supuesto que con esto se puede administrar mejor el tiempo y la energía, pero se cae en frecuentes errores, falsedades, cegueras cognitivas, prejuicios y otras actitudes que no suelen ser asociadas con lo saludable y provechoso. Entonces, también con este mecanismo se obtienen ventajas, pero estamos signados para ocasionarnos pérdidas.
Por último, trabaja el cerebro con inferencias, transpolando, para que a partir de pequeños fragmentos de información se obtengan grandes conclusiones. Por supuesto que esta función tiene sus enormes ventajas adaptativas, imaginemos lo útil que era para nuestros antepasados que andaban medio a la intemperie en la sabana y con el rabillo del ojo percibían una ligera sombra escurrirse entre la arboleda, de inmediato quedaban alertados y alterados, pues concluían en milésimas de segundos que estaban en peligro, que alguna bestia feroz estaba al acecho. Sin esas suposiciones, difícilmente hubieran podido sobrevivir. Claro está que también se ahorra mucha energía al no procesarse paso a paso la información, sino de inmediato saltar a la conclusión. Por todo esto, la ventaja también redunda en perjuicio, ya que tendemos a dejarnos llevar por suposiciones en situaciones donde no estamos en riesgo directo y es más prudente y saludable tomarse un tiempo, preguntar, cerciorarse, etc.
Si llegaste hasta aquí, te habrás dado cuenta de que nuestra percepción de “la realidad” es bastante limitada, además de estar “trucada”. No vemos la realidad, sino que armamos un mapa de la misma en nuestra mente.
Sin contar con otras limitantes, que no hemos mencionado pero creeme que existen y trabajan constantemente en el reino de nuestra mente.
Por tanto, la moraleja es muy clara: humildad y continuo proceso de aprendizaje-desaprendizaje.
Nunca tenemos “la verdad”, como mucho podemos avanzar infinitamente hasta ella. Pero, si nos creemos ya en posesión de “la verdad”, o tenemos la inepta presunción de que existe algo así como “múltiples verdades todas igualmente válidas y respetables”, entonces seguramente estamos muy lejos de estar caminando por la senda de la iluminación y la plenitud.
Mejor es ser consciente de nuestras limitaciones y con ello en mente darnos la chance de avanzar con humildad.
Así que, cuando leemos en la haftará de la parashá Emor el siguiente pasaje que refiere a una de las tareas de cohanim y leviim, que eran los maestros de Torá en épocas del Tanaj:
«Enseñarán a Mi pueblo a discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo impuro y lo puro.»
(Iejezkel/Ezequiel 44:23)
Lo que podemos aprender es que, la persona que realmente quiere andar con lealtad al Eterno tiene su código básico de ética, que está inscrito en su espíritu.
Pero, cuando queremos profundizar y ampliar nuestro conocimiento y accionar, necesitamos la guía directa de los maestros, quienes a su vez son discípulos de sus maestros, quienes son alumnos de sus maestros y todos ellos aferrados a la enseñanza del Eterno.
Sin invenciones personales, sin tomar como verdad la opinión, sin pretender saber más que los sabios.
Tener al maestro que nos acompaña en nuestra travesía por este mundo con orientación espiritual fidedigna.
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Aprovecho a agradecer a Ángel, Cristóbal, Luis, Diego y María por su bondad y pido al Eterno que les bendiga, dé muchas ocasiones de seguir haciendo lo bueno y que sean plenos en este mundo y en la eternidad.
Qué gran artículo, Moré Ribco. Gracias por compartirlo con nosotros.
muy amable