Los temas de nuestra parashá, la tercera del libro Devarim, son:
1. El esfuerzo que se debe hacer para limpiar de idolatría la Tierra de Israel y la vida personal.
2. Elogios sobre las diversas bondades de la Tierra de Israel.
3. El cuidado que se debe tener para llevar una vida ajustada a los preceptos de la Torá, porque cada acto conlleva su consecuencia.
4. Recuerda Moshé el pecado del becerro de oro así como otros momentos trágicos en la historia de Israel durante su estadía en el desierto.
5. Se advierte para que la persona, o el colectivo, no crea que tiene el poder o el control sobre las cosas, puesto que somos un elemento más en el universo. Si bien Dios nos ha dotado de grandes prerrogativas, éstas no deben ser motivo para extraviarse y confundirse.
6. Está mencionada la parashá “Vehaiá im shamoa”, la que continúa en el rezo diario al párrafo del “Shemá Israel”.
7. Es anunciado el mandamiento de “birkat hamazón”, agradecer por haber comido y estar satisfecho.
La Torá nos previene de un terrible error, muy frecuente: "No sea que cuando comas y te sacies, cuando edifiques buenas casas y las habites, cuando se multipliquen tus vacas y tus ovejas, cuando se multipliquen la plata y el oro, y cuando se multiplique todo lo que tienes, entonces se llegue a engrandecer tu corazón y te olvides del Eterno tu Elokim, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud… No sea que digas en tu corazón: ‘Mi fuerza y el poder de mi mano me han traído esta prosperidad.’” (Devarim / Deuteronomio 8:12-17).
Es muy común creer que uno es el que controla el universo, de una u otra manera. Más usual de lo que parece a simple vista. Sea con encantamientos o plegarias, gracias a arreglos con dioses (o Dios), mediante amuletos, a través de repetir determinadas fórmulas, usando ciertos objetos o vestimentas, manipulando, etc. Como fuera, el hombre se las ingenia para creerse todopoderoso. En tiempos modernos se difunden “secretos” de “atracción”, mediante los cuales se promete conseguir mágicamente lo que uno desea. Tal como un difundido lema, falso pero tan repetido que hasta parece cierto: “Piensa con insistencia y el universo se confabulará para que ocurra”.
Así también era antaño, desde el mismo origen de la humanidad. Porque, el engañoso corazón (parte profunda del cerebro) del hombre, su EGO, le hace valorar como verdaderas muchas ilusiones, sean de impotencia o de omnipotencia.
Para prevenirnos de fracasos, como lo son también las glorias vanas, es que con claridad impresionante la Torá nos declara que no supongamos ni por un instante que es por “mi fuerza y mi poder” que alcanzo el éxito, sino que: “al contrario, acuérdate del Eterno tu Elokim. Él es el que te da poder para hacer riquezas…" (Devarim / Deuteronomio 8:18).
La idea que hay detrás de esto es que cada uno haga su parte, que se esmere por alcanzar sus metas, que no se deje ganar por el desánimo ni por el orgullo, porque tiene cierto poder y controla aquello que puede controlar. Al ubicarnos en nuestro verdadero sitio, al aceptarnos integralmente, con defectos y virtudes, al reconcoer al prójimo su propio lugar, estamos encaminados hacia el disfrute pleno de nuestra vida.
¡Shabbat Shalom UMevoraj! Moré Yehuda Ribco