Habría que llegar a comprender que cada obstáculo es una oportunidad para aprender, pero no solo, sino también para fortalecernos y encontrar una nueva y mejorada identidad propia.
Cada tropezón está para que seamos mejores al reincorporarnos; pero tristemente hay gente que se deja derrotar y lo convierte en fracaso.
Cuando sería mucho más ingenioso aceptar que si bien pudo haber alguna pérdida, adelante queda la victoria y hemos dado un paso atrás para impulsarnos con más fuerza y poder hasta alcanzarla.
No debemos pues pelearnos más con esas oportunidades, esos aprendizajes potenciales.
No rechacemos el tropiezo, tampoco lo busquemos adrede. Cuando se dé, aceptémoslo y usémoslo a nuestro favor.
Así no seremos vencidos sino vencedores.
Al aceptar la realidad, sin negarla, sin disfrazarla, sin justificarla; al aceptarla como es, interpretándola con ecuanimidad, entonces estaremos aportando a nuestra causa, a nuestro éxito.
Sentiremos que se nos drenan las energías, que el agujero está abierto para comernos y llevarnos al olvido oscuro, pero no le demos opción a la oscuridad de vencer.
Usémosla para que resalte mucho mejor la claridad.
No hay ocasión que no pueda ser usada a nuestro favor, hasta el más terrible golpe en contra tiene ese potencial de ser usado favorablemente.
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