La NESHAMÁ (espíritu, chispa divina, Yo Esencial) es la realidad trascendente de toda persona.
Es la que nos unifica, más allá de cualquier obstáculo.
Porque en determinado nivel de existencia, toda la realidad es IEJIDÁ (Unidad), una supra personalidad compuesta de todos los elementos de la creación.
Pero, en el hombre su propia naturaleza material impone la separatividad, la diferenciación.
¡Y está bueno que así sea! Pues, es parte del Plan del Creador.
Sin embargo, el hecho de ser diferentes, de estar separados, no debiera llevar a disputas, violencia, rupturas, destrucción, odio.
Sino, por el contrario, a que desde las miradas diferentes, desde perspectivas diferentes, todos pudiésemos contribuir a formar una supra visión que contenga las partes y resulte en una nueva realidad.
Sabemos que eso ocurrirá algún día, pues los profetas pudieron penetrar el velo del futuro y percibir la Era Mesiánica, una época en la cual la unidad dentro de la diversidad, la diversidad dentro de la unidad, estará manifestada.
Cada uno bajo su bandera, pero todos trabajando por el bien en común.
Por tanto, el paraíso en la tierra.
Que, puede sonar a utopía, a fantasía de personas idealistas, pero en verdad es la finalidad de la construcción del SHALOM.
Una meta alcanzable, humanamente realizable.
Pero, el escollo es el EGO, nuestro instinto primitivo y natural de supervivencia. Nuestro mecanismo automático para llamar la atención y conseguir ser rescatados en circunstancias de real impotencia.
Como esto lo hemos venido enseñando ya en centenas de encuentros, no repetiremos ahora.
El EGO en contacto con el mundo dispone la invención y fabricación de máscaras que ocultan nuestro rostro, el resplandor de la NESHAMÁ.
Del mismo modo, el EGO socializado inventa religiones, ideologías, partidismos, nacionalismos, y toda clase de “ismos” que no son naturales al hombre, sino creaciones reactivas a su fantaseada sensación de impotencia.
Por lo cual, son inventados esas agrupaciones, tales dogmas, los sistemas de adoctrinamiento, los procedimientos de adquisición de dominio arbitrario.
El hombre, que se siente impotente, de repente se siente poderoso y con autoridad, porque un dios imaginario le ama, porque un dictador le saluda, porque una doctrina moral le exalta, porque ha sido condecorado por servir a la patria y etcéteras varios. Eso le brinda sensación de poder, de sobresalir por sobre el fracaso, de elevarse por sobre la impotencia que de manera constante la amenaza.
El hombre se llena de máscaras y cáscaras, son sus Yoes Vividos, que se tejen a través de sus interacciones con otros individuos y con el medio social (directo o mediatizado).
Entonces es argentino o británico; musulmán o hindú; ario o gitano; pobre o clase media; creyente o laico; feminista o machista; afrodescendiente o negro; caucásico o blanco; etc.
Y en verdad, todo eso es máscara, nada de ello es esencial, nada de ello es su Yo supremo. Sin embargo, son costras que forman su Yo Vivido. Ese que lo aleja, lo exila, lo aliena de su Yo Esencial.
Así van las nacionalidades, los grupos sociales, a la deriva, aferrados a banderas y selecciones nacionales. Hacen la guerra, destruyen, esclavizan, mortifican, y todo lo malo que se les ocurra.
Porque, no se reconocen como pares de la Unidad.
Se ven como planetas, pero sin centro de gravedad.
Se ven en competencia por los recursos, cosa que es cierta; pero no entran en razón para asumir que los recursos bien administrados, por personas que construyen SHALOM, alcanzan y bastan para nutrir a toda la humanidad y prometer una vida digna, beneficiosa, provechosa, deleitable para todos y cada uno.
No se precisan tradiciones internacionalistas, ni cantar por un mundo sin fronteras, ni recurrir a poetas y soñadores; porque en la verdad más intensa, todos somos Unidad.
La cosa es evaporar los efectos narcóticos del EGO para poder darse cuenta y actuar en consecuencia.
¿Cómo lograrlo?