La noche del siguiente jueves (25 de kislev, 10 de diciembre) comienza Janucá.
Durante 8 noches estaremos encendiendo la menorá de Janucá, hasta completar un total de 36 luces para cumplir con la mitzvá, a las que se agregan 8 que hacen de shamash.
La palabra Janucá proviene de la palabra hebrea “inauguración”, en relación con la reinauguración del sagrado Templo del Eterno en Jerusalén, que había sido mancillado por el conquistador y que pudo ser comenzado a restaurar aquel 25 de Kislev del 165 a.E.C, cuando los héroes judíos expulsaron a los usurpadores.
Recordemos que el régimen sirio-griego de Antíoco IV pretendió alejar a los judíos de su identidad judaica para que fueran asimilados a la cultura griega. Con terribles decretos y acciones crueles pretendía doblegar el espíritu de la nación judía. Tenía todos los medios para lograrlo, pero los de linaje Hasmonea comenzaron una revuelta en contra de esta amenaza a sus creencias y forma de vida, para que luego de tres años, los Macabeos ganaron la batalla milagrosa e inesperadamente. El poderoso Antíoco contaba con miles de tropas bien armadas, tecnología de guerra, experiencia en batalla pero no contaba ni con Dios ni con el ánimo libertario de aquellos pocos, pero aguerridos judíos que lo vencieron. Éste es, sin dudas, el milagro más portentoso que habría que recordar, pero los Sabios prefirieron hacer hincapié en el otro milagro, el de la pequeña vasija de aceite.
Al entrar los guerreros judíos al Templo Sagrado en Jerusalén, lo encontraron en ruinas y profanado con ídolos, solo encontraron una pequeña vasija de aceite puro sin mancillar. Ellos pretendían encender luces, la menorá o algo que se le pareciera, como señal de victoria, de lealtad a Dios, de esperanza para continuar la guerra que todavía faltaba mucho para terminar. Pero, para conseguir nuevo aceite apto tardaría varios días. Igualmente decidieron prender la menorá y confiar en que de alguna manera solucionarían la falta de combustible.
El milagro que fue que el poco aceite que había, alcanzó para que las llamas ardieran por ocho días, hasta que llegó la nueva provisión de aceite. Es por esta razón, que desde ese acontecimiento, celebramos la festividad de Janucá, en honor a la victoria histórica y el milagro del aceite.
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Qué bonita lección de Dios por conceder al pueblo judío el milagro de Janucá para irradiarles nuevas esperanzas hasta que aparezca en el horizonte el bondadoso Mesías de Israel, se construya el Tercer Templo de Jerusalén y se produzca la Aliyá final del pueblo israelita desde todos los rincones del planeta a la tierra de Israel.