Mitzvot entre la persona y “haMakom”

Mitzvot son preceptos, mandamientos, ordenanzas que el Eterno dispuso que la persona cumpliera.
A las naciones del mundo Él entregó siete mandamientos, cada gentil individualmente debe cumplir cabalmente con cada una de ellas.
Como es notorio, y esclarecimos en más de una oportunidad, estos siete mandamientos universales en realidad pueden considerarse como raíces de las cuales se desarrollan numerosos reglamentos.
Así pues, cada uno de los siete mandamientos universales es una obligación divina para el gentil, pero que se edifica con variadas reglas de vida derivadas (que no son mandamientos, ni son obligatorias por orden de Dios).

En tanto que a los judíos el Eterno encomendó un sistema complejo de 613 mandamientos, que no son todos ellos para ser cumplidos por el individuo, sino que el sistema de 613 es responsabilidad del conjunto del pueblo judío, siempre y cuando las circunstancias posibiliten su cumplimiento.
En la práctica, actualmente, el judío individual tiene a su alcance bastante menos de los 613 para cumplir. 
Existen infinidad de normas que pautan el correcto cumplimiento de tales preceptos, son las halajot, reglas que determinan la expresión de los mandamientos.
Algunas halajot provienen originalmente de la Revelación que Dios hiciera a Israel a través de Moshé; en tanto que otras son estipulaciones legales debidamente decretadas por la autoridad rabínica competente para tal fin.
Así pues, no alcanza con conocer los 613 mandamientos, sino que es menester tener en cuenta la abundante legislación halájica, a la par de las decisiones puntuales que en cada época los sabios acuerdan como necesarias.

Hay varias formas de categorizar a las mitzvot, una de las más habituales es clasificarlas como:

  • Bein Adam Lajeveró –preceptos que marcan la relación entre las personas- y
  • Bein Adam Lamakom –preceptos que leyes que tienen que ver con la relación del hombre con Dios.

Sobre esta última, debemos hacer una precisión idiomática.
Se entiende “haMakom” como una manera tradicional para referirse a Dios, pues Él es el makom –lugar- del universo, pero el universo no tiene lugar que pudiera contenerlo (Midrash Tehilim 90).
Como expresara el sabio Salomón:

"Pero, ¿es verdad que Elokim ha de habitar sobre la tierra?
He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no Te pueden contener.
¡Cuánto menos este templo que he edificado!"
(1 Melajim / I Reyes 8:27)

¿Y por qué “haMakom”?
Una respuesta se basa en el significado de estas palabras:

"Iaacov [Jacob] despertó de su sueño y dijo: -¡Ciertamente el Eterno está presente en este lugar, y yo no lo sabía!
Él tuvo miedo y dijo: -¡Cuán imponente es este lugar! No es otra cosa que casa de Elokim y puerta del cielo."
(Bereshit / Génesis 28:16-17)

Así pues, no se debe comprender “haMakom” como una descripción material, en un espacio acotado, sino como el punto y tiempo de encuentro del hombre con la infinitud de Dios.
Encuentro que estremece hasta lo más hondo del ser.
Es decir, en todo momento que una persona experimenta un acercamiento profundo e intenso con la divinidad, por medio de una VERDADERA revelación, o más habitualmente cuando se cumple cabalmente y con sinceridad algún mandamiento, entonces Dios está presente en ese lugar (makom).
HaMakom no es un "lugar" en el sentido físico particular (hogares, sinagogas,  comercios, en medio naturaleza, el Muro de los Lamentos, el Templo de Salomón, etc.), sino que es un símbolo de todos los lugares donde judíos y noájidas buscan experimentar genuinamente la presencia de Dios a través de la espiritualidad verdadera.
Los preceptos entre el hombre y haMakom incitan a explorar el judaísmo (para los judíos) y el noajismo (para los gentiles) como un camino espiritual que nos ofrece la mayor conexión con nuestros propios corazones y almas, el uno al otro, a la tradición espiritual propia y la conciencia de la Presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.
Tal como los mandamientos que reglan la relación con el prójimo nos habilitan a la empatía, al encuentro intenso con el prójimo, a sensibilizarnos y actuar con bondad y justicia; así los mandamientos entre la persona y “haMakom” están para elevarnos por sobre lo cotidiano y permitirnos hacer de lo más común y corriente una partícula de eternidad.

Existen personas que consideran lo “ritual” como antiguo, que debiera quedar relegado al pasado, al olvido, o a ocasiones de ceremonias sin sentido y mucho barullo.
Pero, cuando se reconoce el esplendor que reviste el cumplimiento de los preceptos entre el hombre y “haMakom”, no podemos dejar de admitir que tienen un valor supremo, su propia razón de ser, que no se pierde con el paso del tiempo o la cultura que nos aloje.

Amar al prójimo es una base.
Amar a Dios es la otra.
Ambas son necesarias e indispensables.
Y, como hemos enseñado en muchas ocasiones, el amor no se reduce al sentimiento, a la buena onda, al deseo, a la búsqueda de la autocomplacencia, sino al servicio, al compromiso, a la responsabilidad, a la dedicación, al encuentro intenso con el amado.

Tienes tu herencia espiritual por conocer y vivir, a pleno.

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