Parashat Shoftim 5769

Shabbat Elul 2, 5769 – 22/8/09.

Comentario de la Parashá Shofetim: Educación para la justicia.

¡Shalom iekarim!

Al crear a la especie humana, Dios nos dio muy pocas instrucciones y reglas; tal como un padre hace con su hijo recién nacido, que va recibiendo educación por medio del vínculo más que por intermedio de palabras y reglas a seguir.

Era siete mandamientos básicos, fundamentales, que sirven como raíces para un sinnúmero de normativas que posibilitan el crecimiento y desarrollo del individuo y del conjunto social.
Tales mandamientos siguen en plena vigencia, con total valor espiritual, y se los conoce como los Siete Mandamientos para los Noájidas (o Naciones), que son los pueblos del mundo que no pertenecen a la Familia Judía.

Los Siete Mandamientos Fundamentales, tan valiosos y benditos entonces como ahora, los dictó Dios para toda la humanidad sin excepción, y en su núcleo se encuentran seis prohibiciones sustantivas:

  1. No servir dioses o fuerzas que no sean Dios.
  2. No maldecir a Dios.
  3. No asesinar.
  4. No a la inmoralidad sexual.
  5. No robar.
  6. No comer parte de un animal que está con vida.

Te repito, tales son raíces que sostienen fuertes árboles poblados de ramas, hojas y frutos que son las normas, reglamentos, leyes, modos de vida, actitudes positivas que declaran la identidad esencial de todo constructor de Shalom.
Ten en cuenta que no son reglamentos dictados por la fe, ni por la ciencia, ni por la conciencia, sino directamente la orden dada por Dios a cada hombre, para que sea el canal de vinculación entre uno y Uno, entre uno y otros.

Además de estas seis reglas celestiales de abstenerse de determinadas conductas, Él dictó un mandamiento afirmativo:

  1. Establecer sistemas legislativos y judiciales.

Tal mandamiento tiene la finalidad esencial de sostener a los otros mandamientos, así como darle impulso y determinación al deseo ético implantado en el alma de cada persona de encontrar modos constructivos de vida, tanto para Este Mundo como para la Eternidad.
Es decir, las personas, los grupos, las sociedades tienen incorporado el deseo del orden, de la rectitud, de la justicia, de adoptar y someterse a leyes; por lo cual, el Eterno decretó que sea este deseo usado adecuadamente para proveer de integridad a la persona y la sociedad.

A la nación judía Hashem escogió para ser testigo y testimonio de Dios en el mundo.
¿Cómo cumple tal función la Familia Judía?
Esencialmente, al hacerse cargo de 606 mandamientos más (613 en total) y de ese modo publicar la Presencia de Dios en el mundo.

Pero, los 613 mandamientos de la Torá para los judíos no son las únicas reglas y normas de vida para el judío y la nación judía.
De hecho, Él decreto numerosísimas halajot (normas) para llevar a cabo cada mandamiento.
Pero además, dispuso que ciertos organismos tuvieran la potestad de decidir, sentenciar y decretar reglas, que serían de carácter sagrado aunque de origen humano.

Dios, en su infinita Sabiduría, dio también las instrucciones y utensilios para que cuando se precisara legislar o juzgar sobre lo no expresado en la Torá, se lo hiciera en base a lo que Él considera lo más acertado, y lo más apegado posible a Su Voluntad. Tal como un padre humano amoroso y responsable hace con su hijo ya adulto, al cual educó desde sus primeros momentos, al cual brindó los mecanismos para resolver situaciones personales que no están contempladas por las normas fijas.
Esto Dios lo hizo cuando declaró:

«Cuando te sea difícil decidir en un juicio en tus tribunales… te levantarás y subirás al lugar que el Eterno tu Elokim haya escogido.
Irás a los sacerdotes levitas y al juez que haya en aquellos días y consultarás. Ellos te indicarán la sentencia del juicio.
Harás según la sentencia que te indiquen en aquel lugar que el Eterno haya escogido, y tendrás cuidado de hacer según todo lo que te declaren.
Harás según la Torá [la instrucción] con que ellos te instruyan y según el juicio que pronuncien. No te apartarás de la sentencia que te indiquen, ni a la derecha ni a la izquierda.
»
(Devarim / Deuteronomio 17:8-11)

Esto significa que a partir de la entrega de la Torá, Dios mantiene Su Torá vigente, y permanece como Rey, pero ya no legisla para los humanos, sino que le dio la misión de elaborar leyes a los jueces, rabinos, sacerdotes cultos del pueblo judío.
Tal como un padre espera que su hijo adulto haga, conforme a los reglamentos existentes, a la razón, y al apego a la Ley.

Por lo tanto, desde el momento que Dios entregó a los Sabios de Israel el derecho a legislar; las sentencias y leyes emanadas de ellos tienen el respaldo de Dios, y cuentan con todo el peso legal como para ser consideradas leyes indirectamente ordenadas por Dios.

Toda ley que se presente como venida de Dios y que sea contraria a Su Torá, indudablemente no es de Dios sino de personas que se oponen a Su gobierno.
Toda ley humana que se pretenda como divina y que no haya surgido de la sentencia de los Sabios de Israel, es contraria a lo que el Eterno ha manifestado como Su Voluntad.

Es importante conocer esto, entre otras cosas porque así reconocemos la confianza que Dios deposita en la humanidad: nos tiene tanta confianza que nos da la oportunidad para conducirnos a nosotros mismos, y no ser marionetas en Sus manos, o como animales que son guiados por sus instintos, o como personas inmaduras que son juguetes de sus deseos pasajeros.
Pues Él nos ha dado las herramientas, nos facilita la materia prima, nos muestra la meta a alcanzar, y nos otorga la libertad madura como para convertirnos en trabajadores de nuestra propia edificación personal y colectiva.

Les deseo Shabbat Shalom!

Moré Yehuda Ribco

Relato a propósito del comentario

Cuenta el muchacho a sus amigos: «El día que me perdí en el bosque, se venía la noche y yo estaba desesperado porque tenía muchísimo miedo, y no encontraba ninguna pista que me trajera de regreso. Entonces, con todas mis fuerzas hice una tefilá -rezo- pidiendo a Dios que hiciera algo para salvarme y rescatarme de tan difícil situación.»

Preguntan sus amigos: «¿Dios te respondió?»

Contesta el joven: «¡No!, ¡Nada de nada!
Ni bien terminé de decir la última palabra de mi tefilá apareció el guardabosques y me llevó inmediatamente al camino correcto…»

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