Está escrito en la parashá: “En aquel tiempo supliqué a Hashem, diciendo: ‘Oh Señor Hashem, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa. Porque, ¿qué dios hay en los cielos o en la tierra que haga como tus obras y como tus proezas?’”
(Devarim / Deuteronomio 3:23,24)
“… a pesar de que los tzadikim -justos- cuentan con méritos propios como para pedir a Dios, sin embargo, suplican por una concesión gratuita (sin exigencias)…”
(explicación de RaSH”I en el lugar)
Moshé supo liderar a Israel durante varios años. Poseía la dignidad de un rey. Sin embargo, su grandeza no residía en su supuesto poder, sino en su humildad.
Reconocía su poderío, su ascendencia sobre el Pueblo, incluso su sitial como bisagra
de la Humanidad.
Sin embargo, asumía que toda su grandeza era nada ante Dios.
Y, que lo mucho o poco que poseía, en definitiva, era gracias a Dios.
El que es sinceramente humilde frente a Dios, lo es también con Su creación.
Allí residía su mayor mérito, su real grandeza.
Porque, actuar prepotentemente o torpemente es fácil, pero, vencer al egoísmo y la vanidad para hallar la armonía… es obra de verdaderos poderosos…
Destellos de la parashá
Sidrá 45ª de la Torá; 2ª del sefer Devarim.
Entre pesukim 3:23 y 7:11. Haftará en Ieshaiá 40:1-26 (llamada Najamú – Consuélate).
En esta parashá encontramos diversas alusiones a las relaciones que el Hombre tiene con el Eterno. Así, vemos a Moshé como siervo obediente suplicando por el perdón y por cumplir sus máspreciados anhelos. O rememoramos los maravillosos acontecimientos ocurridos 40 años antes a los pies del monte Sinaí, momento y lugar de la más portentosa Revelación de Dios, hecho único, irrepetido y trascendental. Dentro de su invisibilidad, la Manifestación divina fue frente a todo el pueblo, y no ante unos pocos, pues la Presencia se hizo sentir, más allá de las limitaciones sensoriales humanas.
También nos recuerda Moshé que el cumplimiento de los preceptos dados por Dios, nos aseguran una vida armoniosa, posibilitando de esa manera el crecimiento personal y colectivo. Pues, Dios es Juez-Líder, pero también Padre, y nos instruye desde ese doble cariz en procura de nuestro bienestar.
En la parashá de esta semana encontramos la segunda edición del Decálogo (Aseret HaDiverot), así como el primer párrafo del Shemá.
En resumen, se nos recuerda que delante de cada uno de nosotros hay una meta para alcanzar, y que las herramientas están a nuestra disposición.