Mis apreciados lectores,
Permítanme compartir con ustedes una hermosa anécdota que nos invita a reflexionar y nos llena de esperanza en este próximo año que está por comenzar.
En la Parashá Ki Tavó, encontramos un mandamiento muy significativo: el de las primicias. El pueblo de Israel tenía la responsabilidad de llevar las primicias de sus cultivos a la Casa de Dios como una expresión de gratitud. Esta acción simbolizaba el reconocimiento de que todo lo que poseemos viene de la mano generosa de Dios.
Había una vez un granjero llamado Isaac. Cada año, Isaac se esforzaba por cultivar las mejores cosechas y siempre separaba las primicias para cumplir con el mandamiento. Un año, sin embargo, la sequía azotó la región y sus cultivos se marchitaron. Desanimado y preocupado por no poder cumplir con el mandamiento de las primicias, Isaac decidió visitar a su amigo, el rabino Eliahu.
Isaac compartió su tristeza y le explicó al rabino cómo su situación le impedía cumplir con el mandamiento. El rabino Eliahu, con sabiduría y compasión, le dijo: «Querido Isaac, la esencia del mandamiento de las primicias no radica en la cantidad o calidad de lo que ofreces, sino en el corazón con el que lo ofreces».
El rabino Eliahu le explicó que, aunque Isaac no pudiera llevar las primicias físicas debido a la sequía, aún podía ofrecer las primicias de su corazón. Podía expresar gratitud a Dios por lo que tenía y comprometerse a compartir con los necesitados, a pesar de su propia dificultad.
Isaac se sintió aliviado y agradecido por las palabras del rabino. A partir de ese momento, decidió enfocarse en lo que podía hacer en lugar de lamentarse por lo que no podía. Comenzó a brindar apoyo y aliento a otros agricultores que también estaban luchando, compartiendo sus conocimientos y recursos limitados. Entre todos, inventaron el concepto de cooperativa de producción, planificaron como pasar este momento de amarguras y salir fortalecidos para reiniciar sus tareas de una forma más ingeniosa y bendita cuando lloviera nuevamente. En resumen, pudo explorar regiones desconocidas gracias al desafío del mal clima y a que no cerro su mente y corazón, sino que los pudo abrir a reconocer a Dios y al prójimo, en la riqueza y en la pobreza.
A medida que el tiempo pasaba, la sequía finalmente cedió y las cosechas volvieron a florecer. Pero Isaac había aprendido una lección valiosa: que la verdadera gratitud y el cumplimiento de los mandamientos trascienden las circunstancias externas. El mandamiento de las primicias no se limita a los frutos de la tierra, sino que también se extiende a las actitudes y acciones de nuestros corazones.
Queridos estudiantes, esta historia nos enseña que, incluso en tiempos de dificultades y limitaciones, podemos encontrar esperanza y cumplir con nuestros mandamientos. No importa cuán pequeños sean nuestros recursos, podemos ofrecer generosidad, compasión y gratitud a los demás. Y al hacerlo, no solo beneficiamos a aquellos que nos rodean, sino que también fortalecemos nuestro propio espíritu y conexión con lo Divino.
A medida que nos acercamos al nuevo año, les insto a recordar la enseñanza de que la generosidad sea materializada, no solo quede en buenas intenciones. Que nuestras acciones estén impregnadas de gratitud y generosidad, incluso en medio de las dificultades. Que busquemos oportunidades para ser una fuente de esperanza y apoyo para quienes nos rodean, y que encontremos la fortaleza y la decisión para enfrentar cualquier desafío que se presente.
Que el nuevo año nos brinde renovación, crecimiento espiritual y bendiciones abundantes.
Shaná Tová Umetuká, un dulce y próspero año nuevo para todos.
Con cariño,
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