Rosh haShaná tiene una sola mitzvá en la Torá, que es escuchar el bramido del shofar.
Cada año, con la ayuda de Dios, lo cumplimos en comunidad, también visitando a personas que no pueden salir de donde habitan, así como haciendo sonar el shofar en espacios públicos.
Sin embargo, esta fecha no quedó vinculada solamente con el shofar, sino que a lo largo de las generaciones se le fue sumando muchísimas costumbres, plegarias, comidas, rituales, tradiciones.
Una muy famosa la hacemos habitualmente cerca de una corriente de agua, o ante su presencia, cuando con el tashlij lanzamos al mar nuestras angustias, los malos recuerdos, los pesares, los pensamientos negativos, para llenarnos de energía positiva, de actitud victoriosa, de anhelo de plenitud y espiritualidad.
Otra costumbre más, quizás la más famosa, es comer manzana con miel.
Ésta costumbre tiene un origen incierto, aunque sin dudas no está mencionada en la Torá, ni registrada en el Talmud, los sabios no argumentaron acerca de ella, y los ancestros sefaradíes nada sabían de juntar manzana con miel para que simbolizara un año de salud y dulzura.
A la mesa tradicional sefaradí se la engalanaba con otros manjares, propios de las regiones y culturas por las cuales los antepasados se afincaban.
Según es creído, la costumbre de la manzana con miel surgió hace unos 600 años, probablemente en ashkenaz, es decir, en Alemania.
Por algún secreto de los flujos de conocimiento, de a poco se fue extendiendo por el mundo judío, entrando en los hogares y en las mesas de la noche de Rosh haShaná.
Nada tiene que ver la manzana de Eva, porque Eva comió todas las manzanas que quiso y pudo, sin cometer pecado por ello. El árbol que Dios prohibió, no fue el manzano.
Nada tuvo que ver la manzana que cayó sobre la cabeza de Isaac Newton, para que se le ocurriera teorizar acerca de la fuerza de la Gravedad, porque nunca cayó tal manzana sobre el científico y éste comenzó a pensar en los misterios de la física.
Ni tampoco tuvo nada que ver Steve Jobs, con su compañía de la manzana más famosa del mundo.
Es un verdadero enigma el motivo para la relevancia de la manzana con miel en este día.
Se van inventando respuestas, elaborando ingeniosas prédicas, pero ninguna nos revelará el real origen y sentido de esta mezcla simbólica.
Nosotros podemos compartir una ahora, que espero nos sirva de clave para mejorar nuestras vidas.
La manzana simbolizaba en el mundo antiguo la salud, en tanto que la miel desde siempre fue sinónimo de dulzura.
Evidentemente, lo que se quiere captar son las energías positivas de ambos alimentos, para que comencemos un año que nos brinde salud y bienestar, que no sepamos de amarguras y que solamente la dulzura acompañe cada jornada.
Al mismo tiempo, se nos enseña a valorar las diferencias, a que sepamos combinar lo que cada uno tiene para aportar, siendo amplios, tolerantes, comprensivos, integradores.
Como una noble enseñanza de que podamos abrir nuestra mente y corazón a lo que los otros son y expresan, para que usemos la comunicación auténtica, para que juntos con nuestras diferencias construyamos un mejor presente para todos.
Que el variado sabor de la manzana junto al empalagoso dejo de la miel se combinen, para que tengamos más oportunidades de construir shalom con el prójimo.
Que cada uno siga siendo quien es, pero que en conjunto se pueda edificar una mejor realidad para todos.
Pero además, sabemos que a cada instante se puede presentar la amargura, podemos perder lo que amamos, dejar de poseer aquello que creemos que poseemos. De un momento al otro la vida puede variar para bien, pero también hacia el lado oscuro. No tenemos el control sobre los acontecimientos.
Llega Rosh haShaná y como un ferviente deseo combinamos la manzana con la miel, para enseñarnos a tomar los acontecimientos desde una perspectiva trascendente. Ya que no podemos controlar lo que sucede, entones tomemos verdadero control de aquello que sí podemos controlar. Esto es: como vamos a responder ante lo que nos pasa. Somos dueños de nuestra respuesta, no de mucho más.
La propuesta es que todas nuestras respuestas, en pensamiento, palabra y accionar, sean desde la aspiración de salud, de bienestar, de dulzura. No dejemos que gane la desesperación, no demos paso a la angustia, prohibamos el paso a los pensamientos de fracaso, llenémonos de buenas palabras, que atraigan la energía positiva a nuestro entorno.
No sabemos los juicios de Dios, pero podemos hacer lo posible para que los nuestros sean de luz y no de caos.
Les deseo que este año sea de bendiciones, de oportunidades, de renovarnos sin perder nuestra identidad.
Shaná tová umetca, añada buena y clara.