Rosh Hashaná, es mejor conocido en la tradición como Iom haDin, el Día del Juicio, la jornada en la cual el Creador valora la conducta de cada persona, no importa quién sea y en qué crea.
¿Por qué es esto?
De acuerdo a la opinión mayoritaria de nuestros sabios, como indica el Talmud, porque es aniversario del sexto y último día de la Creación, es decir, en este día Adán y Eva, los primeros humanos, fueron traídos al mundo.
Como indica el texto de la Torá, originalmente Adán fue creado como un solo individuo, por lo cual, era literalmente el único ser humano en la tierra.
Dice la Mishná (Sanedrín 4:5) que, una de las razones por las cuales la humanidad comenzó a partir de un solo individuo, es que al mirar a las personas que nos rodean, podamos comprender la grandeza del Creador. Él pudo haber usado un molde para que seamos todos copias, pero decidió darnos a cada uno rasgos de originalidad, por lo que cada uno de nosotros es único. Miles de millones en el mundo, y no hay uno que sea exactamente igual al otro. Esta grandiosidad de nuestro Padre, Creador, también nos sirve para vernos valiosos, cada uno vale infinitamente, porque somos creados especialmente por el Todopoderoso, porque nos dio herramientas únicas, porque si no hacemos nuestra parte de la tarea… ¡nadie la hará!
Por ello, el Talmud se encarga de enseñarnos que toda persona debe decir: ‘por mí fue creado el mundo’.
Este es un mensaje al mismo tiempo alentador y agobiante.
Nos alienta, porque nos reconoce como sagrados, especiales, irrepetibles.
Nos agobia, porque nos hace dar cuenta de la tremenda responsabilidad que Dios carga sobre nuestros hombros individuales.
Como enseñó nuestro maestro, el Rambam, Maimónides: cada uno debe verse a sí mismo como el que hará el cambio en el balance universal, nuestra decisión es la que inclinará la balanza hacia el lado de la luz, o hacia su contrario.
Por su parte, Rabí Moshé Jaim Luzzato, en su famoso Mesilat Yesharim, nos enseña que el mundo fue ocasionado para el servicio del ser humano, de cada uno de nosotros.
Dios quiso que todo lo creado sirva para brindarnos un conjunto de experiencias y elecciones completamente personalizadas, para que cada uno de nosotros haga su propio camino de crecimiento.
Así, por ejemplo, en 5782 hemos vivido una gran crisis económica a nivel mundial, en parte desatada por la agresión de Rusia sobre Ucrania. Esta, como todas las crisis, nos imponen que debamos tomar elecciones para superarlas, dentro de nuestras capacidades y posibilidades. Luego que ejercimos nuestra elección, habremos de elegir nuevamente por cuál camino continuar.
De manera similar sucede con cada circunstancia, personal o colectiva, que se nos presenta día a día. Sean las grandes crisis, aquellas imprevistas o previsibles; como las cotidianas, y que no parecieran afectar grandemente el cosmos.
Siempre, en toda ocasión, la vida nos pone a prueba.
Incluso cuando optamos por no optar, cuando pretendemos que sea la rutina la que se haga cargo de lo que sucede, estamos eligiendo y debiendo ser responsables de sus consecuencias.
Alguno quizás se diga así mismo: “Yo no quisiera saber nada de juicios divinos, ni de consecuencias por mis actos, ni de responsabilidades que mis acciones me endosaron”; lo cierto es que: No por negarlas desaparecerán.
Además, podemos preguntarnos: ¿Comunicará Dios sus decisiones para este nuevo año?
La respuesta es que no estamos capacitados para oír lo que nos dice, pero sí para aprender de lo que nuestra tradición nos enseña al respecto.
Él pone sus circunstancias ante cada uno de nosotros, tal como lo hizo con Adán, con Abraham, Con Itzjac, con Iaacov, con David, con Jana, con Sará y Rajel, con tantos y tantas registrados en el Tanaj.
Como ellos debemos reconocer y decirnos: ¡cuán valiosa es cada una de las personas, porque nadie ha tenido, ni tendrá, mi vida, tu vida!
Esto es a la vez empoderador y aterrador.
Empoderador, porque claramente somos de importancia crítica para Dios, porque Él está orquestando el universo para brindarte, como individuo, un conjunto personalizado de opciones que, en su totalidad, nadie más tendrá jamás.
¡Y aterrador, porque es como si todo el universo dependiera de mí!
Cuando lo vemos desde esta perspectiva, Rosh haShaná es una oportunidad para juzgarnos a nosotros mismos.
¿Estamos cumpliendo nuestro propósito?
Hashem colocó pruebas grandes y pequeñas durante el año que hemos terminado.
¿Cómo respondimos? Y, lo que es más importante, ¿qué aprendimos para responder mejor en el próximo año?
Algunos se hacen estas preguntas a diario, por ejemplo, momentos antes de retirarse a dormir.
Pero, todos tenemos esta oportunidad que nos da hoy Dios.
Así que, ojalá, podamos aprovechar al máximo este regalo del Creador, un día de 48 horas que nos sirve como espejo del alma, para mirar dentro de nosotros mismos y establecer un camino más espléndido para el próximo año de éxito y bendición.
Que podamos tomar con valentía, serenidad y paz la sentencia que desde lo alto pronto se nos impondrá.
Deseándoles éxito, bendición y crecimiento espiritual, shana tova umetuca, añada buena y clara.