En la época del patriarca Avraham, en aquellos lugares, la cima de la adoración a los dioses se encontraba en sacrificar al hijo primogénito.
A nosotros nos puede parecer repelente, absurdo, estúpido, ignorante, salvaje ese proceder; el extremo contrario a lo que suponemos es la manera de servir a un dios.
Pero, si nos ponemos un ratito en la mentalidad de aquellas personas, encontramos cierta lógica en el hecho. Estaban ofreciendo generosamente su bien más preciado, aquello que más amaban, eso que era un parte de ellos y ellos mismos, arriesgaban su futuro y trascendencia todo para honrar y agradar a la deidad que ellos reverenciaban.
Sí, ciertamente que visto así es lo contrario al egoísmo, es una acción carente de maldad, aunque sus resultados fueran tremendamente letales y dolorosos.
Gente honesta y simple en su fe, que se atrevían a esos límites para estar sirviendo a su amo.
Probablemente pretendían algún premio por esta entrega extrema, bendiciones, salud, prosperidad, otros hijos, paz, serenidad, placeres, lo que fuera. Pero, en principio estaban dispuestos a hacer un esfuerzo desmedido y no solamente esperar que la gracia divina cayera por mera bondad sin aprecio.
¿Era un juego del EGO?
Posiblemente, pero bien adobado para ser sentido y valorado como la cúspide de lo sagrado.
Ciertamente que esto no es admisible para el Eterno.
Él se opone a los sacrificios humanos, aunque loable sea la intención y lógica su justificación, en determinado contexto histórico.
Él ha propuesto otros caminos para expresar la espiritualidad, para servirLo, para honrar Su Nombre.
El camino espiritual requiere de otro tipo de sacrificios, que tampoco son de animales y otros seres vivos, sino el de aprender a limitarnos en nuestros excesos, a someter al EGO en lugar de ser esclavizados por él, a trabajar para ser constructores de SHALOM, cosa que precisa de mucho esfuerzo y dedicación.
Pero, ¿cómo iba a a saberlo Avraham?
Fue necesario llegar a un punto en el cual él debía hacer de bisagra entre la creencia antigua y la manera correcta de vivir la espiritualidad.
Por ello:
«Aconteció después de estas cosas que Elohim probó [elevó] a Avraham [Abraham], diciéndole: -Avraham [Abraham], y dijo: -Aquí estoy.
Y dijo: -Toma, por favor, a tu hijo, a tu único, a Itzjac [Isaac] a quien amaste y vete [para ti] a la tierra de la Moriá; y elévalo allí en holocausto sobre uno de los montes, que Yo te diré.»
(Bereshit / Génesis 22:1-2)
Ese era el llamado del viejo sistema, de la anulación del yo para servir al dios.
Ahora, se precisaba el paso siguiente, el ingreso al nuevo sistema, al verdaderamente espiritual:
«Entonces lo llamó el enviado del Eterno desde el Cielo diciendo: -¡Avraham [Abraham]! ¡Avraham [Abraham]! Él respondió: -Aquí estoy.
Y dijo: -No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ahora conozco que veneras a Elohim, ya que no Me has rehusado tu hijo, tu único.»
(Bereshit / Génesis 22:11-12)
Está diciéndole: “Ya está, ya hiciste lo que este mundo esperaba de ti. Ahora, debes hacer lo que realmente Yo espero de ti”.
Cuando actuamos de acuerdo a la NESHAMÁ encontramos que:
«En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra; por cuanto obedeciste Mi voz.»
(Bereshit / Génesis 22:18)
Esa voz que resuena constante en nuestro ser más cierto, la llamada de la NESHAMÁ que nos inspira a construir SHALOM, por medio de acciones (pensamientos, palabras, hechos) de bondad y justicia.
Cada día podemos elevar al hijo hacia el Padre, sin derramamiento de sangre, sin crueldad, sin idolatría, sin fe; sino con fidelidad y la conducta ética (espiritual).