Es difícil de creer que ya hemos cruzado el primer mes del calendario civil de 2025. Apenas «ayer» estábamos en medio de los que celebran el inicio del año gregoriano, llenos de planes, metas y aspiraciones, y ya enero quedó atrás. Este vértigo del tiempo es algo que todos sentimos, pero desde una perspectiva judía, nos invita a reflexionar profundamente.
El tiempo como un regalo divino
En el judaísmo, el tiempo no es simplemente una medida cronológica; es un regalo sagrado. Desde el primer acto de la Creación, cuando Dios separó el día de la noche, el tiempo fue bendecido y santificado. No es casualidad que el primer mandamiento que recibió el pueblo judío en Egipto fue “Este mes será para ustedes el comienzo de los meses” (Shemot 12:2). Dios nos otorgó no solo un calendario, sino una conciencia del tiempo como herramienta para conectar con lo eterno.
El tiempo se mueve con rapidez, pero la pregunta clave es: ¿cómo lo usamos? ¿Estamos simplemente dejando que pase, o lo estamos llenando de significado?
Aprender a contar nuestros días
El Salmo 90 dice: “Enséñanos a contar nuestros días, para que adquiramos un corazón sabio.” Contar los días no significa solo llevar una agenda; implica vivir con intención. Cada día es una oportunidad para avanzar, crecer y cumplir con nuestra misión en el mundo.
Si enero ya se fue volando, ¿qué dejamos en él? ¿Cuántos momentos dedicamos a aprender algo nuevo, a fortalecer nuestras relaciones, a ayudar a alguien que lo necesitaba, o simplemente a agradecer?
La velocidad del tiempo y la eternidad del alma
Una de las enseñanzas del judaísmo es que, aunque el tiempo físico sea limitado, nuestras acciones pueden trascenderlo. Cada mitzvá, cada acto de bondad, cada palabra de Torá que aprendemos, deja una huella eterna. Así, aunque no podamos detener el paso de los días, sí podemos hacer que cada uno de ellos cuente, conectándonos con lo eterno a través de nuestras decisiones.
Un mensaje para reflexionar
El hecho de que el tiempo «vuele» nos recuerda que la vida es breve y preciosa. No sabemos cuántos meses, años o momentos nos quedan, pero sí sabemos que cada uno es una oportunidad para elegir bien, para elevarnos y para dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos.
Quizás el aprendizaje más importante es que no debemos esperar «el momento perfecto» para empezar a vivir con propósito. No esperemos a que sea más tarde en el año, más tarde en la vida, o más tarde en general. El momento para actuar, para agradecer, para amar y para crecer, es ahora.
Conclusión: darle peso al tiempo
El Talmud dice que cada ser humano debe ver el mundo como si estuviera en equilibrio, y que una sola acción puede inclinar la balanza hacia el bien (Kidushin 40b). Este principio nos recuerda que, aunque el tiempo parezca escurrirse de nuestras manos, nuestras acciones dentro de ese tiempo son lo que realmente importa.
Al despedirnos de enero y entrar en el resto del año, comprometámonos a vivir con intención, a valorar cada día y a hacer del tiempo un puente hacia lo eterno. Porque, aunque el tiempo vuele, nuestras buenas acciones nunca se desvanecen.
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