por En este mundo tan dividido, lleno de etiquetas y barreras, hay una palabra que trasciende fronteras: Shalom. Aunque muchos la traducen como «paz,» su verdadero significado va mucho más allá. Shalom proviene de la raíz hebrea shalem, que significa «completo» o «pleno.» Construir shalom no es solo evitar conflictos; es construir un mundo más íntegro, más conectado, donde las relaciones humanas se basen en respeto, bondad y cooperación.
Más allá de las etiquetas
Es común pensar en conceptos espirituales como algo exclusivo de ciertas creencias o rituales. Pero el camino hacia el shalom no está limitado a una religión específica ni a quienes rezan en cierta dirección. Shalom es un llamado universal. Es el esfuerzo por reparar las fracturas en nuestras relaciones, en nuestras comunidades, en nuestras propias almas.
El Talmud enseña: “El mundo se sostiene sobre tres pilares: la verdad, la justicia y la paz” (Avot 1:18). Pero ¿qué significa esto en términos prácticos? Significa que construir shalom requiere que seamos veraces en nuestras acciones, justos en nuestras decisiones y pacíficos en nuestras interacciones.
Shalom como camino espiritual
El shalom no es pasividad ni resignación; es acción consciente. Implica reconocer que el otro, incluso quien piensa distinto, tiene un valor intrínseco. Crear shalom exige valentía para tender puentes donde otros ven muros, para dialogar donde otros eligen el silencio, para escuchar donde otros prefieren imponer.
En la Torá, Aarón, el hermano de Moisés, es descrito como un «hombre de paz.» Se dice que buscaba shalom y lo perseguía (Midrash Rabá). Él no esperaba que las situaciones se resolvieran solas; tomaba la iniciativa, reconciliando amigos y parejas, sembrando armonía donde había discordia.
Ese es el desafío espiritual: no solo desear la paz, sino trabajar activamente por ella, sabiendo que no siempre será fácil ni inmediato.
El shalom empieza dentro de uno mismo
¿Cómo podemos esperar construir shalom en el mundo si estamos en guerra con nosotros mismos? Muchas veces, nuestras mayores luchas no son externas, sino internas: con nuestros miedos, con nuestras expectativas no cumplidas, con nuestras inseguridades.
La paz interior no significa que no haya conflictos en nuestra vida, sino que aprendemos a manejarlos con serenidad y perspectiva. Desde ese lugar de integridad personal, podemos proyectar paz hacia los demás.
Un mensaje para todos
En un mundo donde las etiquetas religiosas, políticas y culturales a menudo nos separan, el shalom nos recuerda que lo esencial es lo que compartimos: nuestra humanidad. Si logramos vernos como parte de un todo más grande, como piezas de un mismo rompecabezas, comenzamos a construir algo que trasciende nuestras diferencias.
No importa si te identificas como judío, noájida, escéptico, cristiano, musulmán, agnóstico o algo más. El shalom es un llamado que trasciende las definiciones. Es una elección diaria, un camino de vida.
Conclusión: el desafío del shalom
Construir shalom no es un destino; es un viaje. Cada palabra amable, cada acto de bondad, cada esfuerzo por comprender al otro, es un paso hacia ese ideal.
Como dice el Salmo: «Busca la paz y persíguela» (34:15). No esperes que el shalom llegue a ti; sal a buscarlo, construyéndolo con tus manos, tu corazón y tu espíritu. Porque en ese camino, más que encontrar paz, encontrarás plenitud y propósito.
¿Estás listo para ser un constructor de shalom? El mundo te necesita. Y tú también necesitas al mundo.
Comparte este mensaje con tus allegados y anímalos a reflexionar sobre estos importantes temas. Involúcrate en iniciativas que promuevan la construcción de Shalom.
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