Hay gente que se la pasa hablando de otros.
Que hicieron, que no, que dijeron, que no, donde fueron, donde quedaron, con quien están, con quien no, etcéteras al infinito y más allá.
Siempre de otros, centrados en los otros, girando alrededor de otros, pero haciendo creer que ellos son el eje de la galaxia.
Dedican su escaso tiempo de vida a la charlatanería, a la vanidad, a la falsedad, a la mentira, al engaño, a la habladuría, al revelar lo privado que debiera permanecer así, a causar daño y a seguir dañándose a sí mismos.
Hablan, murmuran, planifican, molestan, interrumpen, opinan, confunden, siembran caos, atemorizan, asesinan con sus palabras.
Probablemente teman irse de las reuniones sociales, no sea cosa que cuando se vayan los otros empiecen a hablar de ellos.
Temen los silencios, porque no tienen control directo sobre el curso de pensamiento del otro.
Temen no estar al tanto de los chismes, porque algo pueden estar tramando en su contra.
Temen de muchas cosas, lo que los hace ocuparse de los demás en constantes charlas, monólogos de a dos, discursos, planes, etc.
Temen.
A veces, ese otro del que se la pasan hablando resultan ser ellos mismos.
Son la gente yo-yo, porque todo tiene que empezar en yo y terminar en yo.
Si uno comenta algo, ellos enseguida hacen de esas palabras un disparador para hablar de yo.
En todo se meten, todo saben, y lo que no, lo inventan sin hacerse mucho drama.
Ese yo del que tanto parecieran disfrutar hablar, es un yo ajeno a ellos. Es un personaje, una máscara, una cáscara.
Nada real, aunque esté lleno de experiencias ocurridas en la vida material.
Hablan, opinan, comentan, planifican, saben, decretan, se burlan, prometen, incumplen, hablan más, murmuran, cansan con sus parloteos.
Se rodean de otros como ellos, y cuando pueden ser abalanzan sobre gente que por obligación o supuesta buena educación no tienen más remedio que soportar sus infamias y agresiones sonoras.
Hablan, gastan saliva con energía, construyen y destruyen mundos virtuales y reales.
Conspiran, aterrorizan, amenazan, atacan, hablan.
Es su manera de sobrevivir, de ir sobrellevando la vida, de dejar que los días corran hasta que lleguen al foso y al silencio del sepulcro. Luego, su NESHAMÁ “disfrutará” de esos recuerdos vacíos, necios, nulos, dolorosos, angustiantes, secos, mustios, pútridos, mal olientes, asquerosos, dañinos. Esa es la porción que siembran para cosechar y hornear su pan en la eternidad. (Recordemos que tras la muerte en este plano, la NESHAMÁ pasa hasta un año terrestre en “descontaminación”, debiendo soportar de manera descarnada y veraz los males por los cuales no se ha hecho TESHUVÁ).
Una vida muerta y que asesina, una muerte muerta que es lamentable.
Son pobres diablos, ¿verdad?