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Es una verdad profunda y a menudo embarazosa: la comodidad no forja el carácter, el conflicto sí.
Profundicemos en por qué tu identidad (tu «nombre» verdadero) está inextricablemente ligada a tus batallas, utilizando la metáfora de Iaakov y la física de la resiliencia, que permite convertir maderas que son obstáculos en verdaderos trampolines.
Aquí tienes 4 claves para entender por qué la lucha es el único camino hacia tu propósito:
1. El nombre se gana, no se hereda
Al nacer, a Iaakov le dieron un nombre circunstancial («el que agarra el talón», «el torcido»). Era una etiqueta impuesta por el momento. Pero Israel («el que lucha con los poderosos y prevalece») es un nombre de destino autogenerado.
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El Principio: Nadie sabe realmente de qué está hecho hasta que la vida lo pone contra las cuerdas.
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La Transformación: Cuando huyes del desafío, sigues siendo quien los demás dicen que eres. O una peor copia de eso que otros deciden que tienes que ser.
PERO, cuando lo enfrentas, descubres quién eres tú en realidad. Tu «nombre» verdadero es la firma que dejas en el mundo después de superar lo que parecía imposible.
2. La física del Trampolín: La resistencia es necesaria para el impulso
Imagina esta imagen potente: usar las tablas (obstáculos) como trampolines. Analicemos esto bajo la óptica de la «emuná inteligente» (confianza en lo oculto siembre a partir de la base del intelecto).
Para que un trampolín te impulse hacia arriba, primero debe hundirse hacia abajo. Necesita tensión.
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Si la tabla es rígida (Muro): Chocas y te detienes. Esto es ver el problema como un castigo injusto.
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Si la tabla es flexible (Trampolín): Absorbe el impacto de tu caída y usa esa misma energía para lanzarte más alto.
- La lección: No puedes elevarte sin haber tocado fondo primero. La profundidad de tu caída (el desafío, el miedo, la crisis) determina la altura potencial de tu ascenso, siempre y cuando no te quedes tirado, sino que uses el impacto para rebotar.
3. La Herida como Brújula (No como defecto)
Iaakov sale de la pelea «rengueando». En nuestra cultura de perfección, una cojera se ve como un defecto. En la Torá, esa cojera es una condecoración.
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El recordatorio: Esa «cojera» (tu cicatriz emocional, tu fracaso pasado, tu vulnerabilidad) te impide ser arrogante. Te mantiene humilde.
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La validación: Solo confías en un guía que tiene cicatrices, porque sabes que sobrevivió a algo. Tu propósito (ayudar a otros, liderar, crear) nace de tus heridas sanadas. Tu dolor de ayer es tu credencial de hoy.
4. Tabla Comparativa: Víctima vs. Israel (El Luchador)
A veces es difícil distinguir si estamos actuando desde el miedo o desde el propósito. Esta tabla te ayudará a identificar dónde estás parado:
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