Una mentira lleva a otra.
Lleva al dolor.
A la agresión.
A la separatividad.
Al caos.
A una vida de ficción.
A relaciones ficticias.
A la desconfianza.
Una mentira activa, en donde se dice algo falso, o media verdad.
Una mentira pasiva, en donde se silencia algo que debiera ser dicho.
Una mentira con excusas de piedad.
Una mentira para protegerse de lo que se teme hará un agresor.
Una mentira para dañar.
Una mentira para evadir responsabilidad.
Una mentira para ser “cortés”.
Una mentira para no estar en discordia o no discutir.
Una mentira para obtener dominio, poder, dinero, preponderancia, fama.
Una mentira para los otros, o para ti mismo.
Una mentira para los demás que llegas a tú a creerla como verdadera.
Mentir para sentirse bien consigo mismo.
Mentir para hacer sentir bien a otros.
Mentir para seguir actuando mal.
Mentir para que te quieran, mentir para que no te dejen de querer.
Mentir porque no soportarías saber la verdad.
Mentir porque no se quiere sentir culpa por hacer sentir mal a otro.
La mentira es terrible, aunque se presenta como un método para huir y resguardarse de lo terrible.
¿Siempre?
¿Por qué mentimos?