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«Porque Yo, el Eterno, estoy contigo, para salvarte» (Irmiahu/Jeremías 30:11).
Estas palabras del profeta Irmiahu son un recordatorio poderoso de que, incluso en los momentos más oscuros, no estamos solos. La vida nos lanza pruebas, algunas que parecen insuperables, y a menudo es difícil encontrar luz en medio de tanta incertidumbre. Sin embargo, estas pruebas también son oportunidades: para fortalecer nuestra emuná (mal traducida habitualmente como fe), practicar la resiliencia y descubrir un tipo de positividad que no ignora el dolor, sino que lo integra en un camino de crecimiento.
La resiliencia no es fingir que todo está bien ni negar la dureza de la realidad. Es reconocer el peso de los desafíos, pero también saber que cada paso que damos con confianza y esperanza es un paso hacia algo mejor. Este tipo de conciencia activa, lejos de ser una “toxicidad positiva”, nos invita a ser auténticos con nuestras emociones y, al mismo tiempo, a confiar en que el Eterno nos sostiene.
El Eterno no promete una vida sin obstáculos, pero sí promete estar allí para salvarnos, para guiarnos hacia nuestro potencial y para abrir caminos donde antes solo veíamos paredes. Como Iosef, Moshé, Janá, David, o tantos otros héroes del Tanaj, que en medio de la adversidad mantuvieron su integridad, también podemos transformar las dificultades en oportunidades para crecer, para aprender, y para ayudar a otros a encontrar su camino.
Reflexiona: ¿Cómo puedes convertir tus pruebas actuales en un trampolín hacia algo mayor? Y recuerda: confiar no significa no temer, sino avanzar a pesar del miedo, sabiendo que el Eterno camina contigo.
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