La doctora Elisabeth Kübler-Ross llegó a identificar cinco etapas que suelen atravesar aquellas personas que confrontan su propia muerte, así como los dolientes al enterarse que un ser querido, familiar o amigo cercano, ha fallecido. Similar proceso sucede en otras crisis, cuando se producen otras pérdidas dolorosas, sean afectivas o materiales. También ante una noticia terrible, como ya mencionamos el diagnóstico de una enfermedad terminal, pero también el pedido de divorcio, el ser despedido del trabajo o cuestiones que pesan con su sombra de impotencia y sufrimiento.
Veamos rápidamente estas etapas, ejemplifiquémoslas y comentémoslas de acuerdo a nuestro marco teórico del Enfoque Cabalístico:
1) Negación: “no te puedo creer”, “no es cierto”, “cuando llegue a casa comprobaré que fue un malentendido”, “debe estar grave pero no muerto”, “nunca la pasó nada, ahora tampoco”, “¿estás seguro de lo que te contaron?”, “esto no puede estar pasando”, “pero si yo la vi ayer y estaba tan saludable”, “¿cómo?, si solo era una niña”, “debe de ser un error, habrá que esperar a que alguien lo confirme”; éstas y del estilo suelen ser las primeras reacciones al enterarnos de la luctuosa noticia. Quizás no llegamos a expresar verbalmente la negación, pero cruzará nuestra mente y probablemente sea como una tenaza en nuestro entendimiento (corazón).
La noticia del fallecimiento es un motivo para sentir la impotencia, la cual hace disparar automáticamente los mecanismos del EGO. También el afrontar la muerte, la de otro y la perspectiva de la propia, es una fuente inmensa de impotencia, la máxima posible.
Así pues, el EGO nos entrega la herramienta pasiva, la que nos desconecta de la realidad; lo cual, precisamente es la negación. Así la mente puede ir procesando la información sin anegarse por completo en el sufrimiento.
2) Ira: “no es justo que me pase esto a mí”, “¿por qué me hizo esto (morir)?”, “¿cómo se atrevió a abandonarme (porque murió)?”, “ya no creo en Dios que permite estas cosas”, “la vida es injusta y la gente mala”, “¿qué voy a hacer ahora con la hipoteca?”, “¿quién me ayudará con los niños?”, “¡me dejó, me entiendes que me dejó!”, “y sí, con lo mal que comía, ¿cómo no iba a pasar esto?”, “habiendo tanta gente que se lo merece y me viene a pasar a mí”; y otras manifestaciones parecidas. La ira va dirigida contra el difunto, los médicos tratantes, el conductor que protagonizó el accidente, la deidad, la justicia, la policía, los padres, los hijos, en fin, contra todo y todos. Contra uno mismo también. Y, como dijimos, es llamativo el sentir que al morir el otro de cierta forma ha abandonado, aunque no haya cometido suicidio. Como si con la muerte el doliente quedara desamparado adrede, por voluntad del fallecido.
Sabemos que el EGO reacciona activamente también ante la impotencia, se manifiesta a través de la violencia, sea verbal o física. Aparecen gritos (insultos, maldiciones, procacidad, humillación, acusaciones, etc.) y violencia física (golpes, roturas, amenazas corporales, portazos, destrucción material, accidentes, etc.).
Está también el llanto con sus derivados, tales como las quejas, suspiros, lamentos, victimizarse, gestos de sufrimiento, quejas, reproches, etc.; que podrían no verse de inmediato como formas de agresión, pero que al ser analizados podría descubrirse que es una agresión pasiva.
La impotencia del vacío, de no poder controlar lo que sucede, de estar a merced del “destino”, de ser mortal, de tantas otras cosas que nos activan a reaccionar desde ese pozo primitivo que es el EGO. Y esto, también es normal. Hay que ser comprensivo con el sufrimiento y sus reacciones, sin por ello permitir que se produzcan mayores daños que pueden ser evitados o minimizados.
3) Negociación: “devuélvelo a la vida y te prometo que…”, “que no sea cierto y cambiaré en…”, “llévame a mí pero no lo toques a él”, “dejaré de fumar y tú me quitarás el cáncer”, “visitaré más a mi madre, ¡no te la lleves!”; sean intentos de pactar antes o después de acontecido el hecho tremendo. Un derivado son las fantasías que se tejen suponiendo que la persona no hubiese muerto.
Aquí tenemos nuevamente al EGO trabajando, con la manipulación que conjuga sus herramientas para brindar una oferta que parece menos agresiva y como si no estuviera desconectada de la realidad. Sin embargo, al quitar las máscaras, es con el EGO que nos enfrentamos. Ofreciendo tratos imposibles, rechazando la realidad, tratando de dibujar la impotencia como si no estuviera presente, coloreando de rosa lo que se siente muy oscuro; sin conseguir con ello confrontar emocionalmente la situación, secuestrando aún el pensamiento al sufrimiento y la propia debilidad.
4) Depresión: en una zona de transición entre el llanto y la desconexión con la realidad, la persona se sumerge en sí misma, en el sufrimiento. Podría ser en un intento involuntario por manipular la situación, sea ofreciéndose a los dioses o el destino, o llamando la atención para recibir compasión y esperanzas; pero también puede ser como un paso que reduce el mando del EGO para permitir que otras partes de la personalidad se encarguen de pilotar su vida. El doliente expresa su dolor, se va acomodando a la circunstancia, manejando sus recursos para rearmar su vida tras el hueco dejado por la muerte del ser querido, o con la resignación que dejará paso a la aceptación.
5) Aceptación: la realidad se va imponiendo, se dejan las reacciones del EGO para someterse a las consecuencias concretas de la impotencia. No se deja de sufrir, pero ahora se responde desde otro lugar. Es una fase en la cual suele ser la presencia silenciosa junto al doliente mucho más beneficiosa que las palabras de aliento y esperanza, que no cargan sentido ni llenan aquello que no está disponible para ser llenado. Todos los planos terrenales del doliente (físico, emocional, social, mental) deben reacomodarse pues el presente contiene una variación sustancial a la cual responder constructivamente. Ayuda transitar los rituales propios de cada cultura, en particular los que con sabiduría provee la Tradición judía, que conllevan miles de años de experiencia en honrar y elevar la memoria del fallecido así como fortalecer la dignidad y existencia del sobreviviente.
Es oportuno conocer esta interesante temática, que coincide con la parashá que leemos esta semana en la Diáspora, Ajarei Mot.
Interesante articulo. Me surge una pregunta Moré, el intentar «comunicarse» con la persona fallecida (a través de un medium, o cosas así) entra dentro de alguna etapa? Leí el articulo varias veces tratando de entender en cual de las etapas entraría dicho comportamiento pero no sé dónde ubicarla o si es una etapa extra o una reacción del EGO.
Gracias
pensandolo rapido, es una forma de negacion de la realidad: el muerto ya no esta aca.
Querría destacar el hecho que Elizabetk Kübler- Ross, reconocida psiquiatra y humanista y que recibió 28 doctorados Honoris Causa, no solo descubrió las etapas que atraviesa el ser humano al conocer que va a morir, así como el duelo por la muerte de un ser querido, sino que hizo una maravillosa labor de acompañamiento a enfermos moribundos que sin ella hubiesen muerto solos. Creo la humanización de la muerte en los hospitales. Eso la hizo descubrir muchos conceptos desconocidos sobre que es el morir. Hizo también una enorme investigación sobre las bellas experiencias de carácter espiritual (no se si son… Read more »