Shavuot y Behaalotejá 5774

Con la puesta del sol de este martes comienza la festividad de Shavuot, una de las tres fiestas de la peregrinación (junto a Pesaj y Sucot), cuando antaño los judíos acudían al Templo del Eterno en Jerusalén a ofrendar y participar de los eventos sagrados y sociales que allí sucedían.

Shavuot se festeja el 6 de Siván (se agrega el 7 fuera de la tierra de Israel), porque en ese mismo día del año 1312 AEC, Dios comenzó a entregarnos la Torá, así como también el pueblo judío escuchó los “Aseret haDivrot”, lo que conocemos como “Diez Mandamientos” (que en realidad son catorce) grabados a perpetuidad en las tablas de piedra que llamamos “Lujot haBrit” (Tablas de la Alianza).

Por varios motivos fue un evento único e irrepetible, uno de ellos es la presencia de un pueblo completo, con varias centenas de miles de individuos, atendiendo en persona la Revelación de Dios, escuchando Sus palabras, enlazando sus vidas en un pacto eterno. Toda una nación, desde el más pequeño hasta el mayor, estaban siendo profetas, es decir, recibían el mensaje del Eterno, no por medio de un ángel, ni a través de un intermediario, o movidos por la fe, sino que ellos mismos estaban unidos con el Creador y con el prójimo en un encuentro espiritual increíble. Todos fueron profetas por un rato, luego retornaron a la “normalidad”.

Fue un acontecimiento impactante y decisivo para la historia de la nación judía y para toda la humanidad, sin embargo, la Torá no indica la fecha, no puntualiza que ocurrió el 6 de Siván, sino que llegamos a ella tras de haber contado 49 días, a partir del segundo día de Pesaj.
A través de este conteo diario (Sefirat haOmer) se quiere dejar en evidencia que ambos sucesos históricos están fuertemente vinculados. En Pesaj salimos de Mitzraim, de lo que nos oprime, de aquello que nos angustia, lo que materialmente nos tiene sujetados al malestar. Pero adquirimos conciencia, identidad, sentido, disfrute de nuestros potenciales recién cuando hacemos algo provechoso con esa libertad física, en el caso de la nación judía como tal, al sellar un pacto con el Eterno a través de la adhesión a Su Torá.
Una faceta de la libertad es la que respecta a la esclavitud física, en tanto que otra es la libertad espiritual, componentes para adquirir nuestro shalom (paz e integridad).

Por otra parte, este Shabat corresponde que se lea la parashá Behaalotejá, que es la tercera del libro Bemidbar (Números).
En ella encontramos este pasaje, que Moshé dice a su secretario: “¡Ojalá que todos fuesen profetas en el pueblo del Eterno, y que el Eterno pusiese Su espíritu sobre ellos!” (Bemidbar / Números 11:29).

Moshé, que fue el profeta más grande que tuvo la nación judía y quizás de toda la humanidad, nos enseña varias cosas en esta simple frase, una de ellas es un secreto para quebrar el poder del egoísmo.
¿Cuál es?
Compartir de lo bueno que uno tiene, desear el bien al prójimo, no buscar eliminar a la competencia sino alentarla favorablemente para que todos puedan mejorar, trabajar para que la Presencia de Dios sea reconocida por todos y en todos. Son maneras de ser libres y ayudar a otros a serlo.

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