El valor de la pregunta

Si no formulas la pregunta, ¿cómo esperas obtener la respuesta?
Si tu pregunta es errónea, ¿cuánta certidumbre esperas obtener?
Si te niegas a salir de tu celdita mental, ¿qué tanto te animas a preguntar?
Si a pesar de tus dificultades para entender, te muestran, ¿cuánto será lo que te beneficiarás?

Aquel que construye SHALOM, es decir, el que actúa como Dios quiere que lo haga el ser humano, sabe que la pregunta es fundamental.
De hecho, es imposible la Comunicación Auténtica si falta la pregunta, porque en caso contrario estaremos prisioneros de preconceptos, de ideas preconcebidas, de creencias que no se basan en pies firmes.
Entonces, al suponer y actuar a partir de esto, invariablemente terminamos en confusión, malos entendidos, conflictos, amargura y otras cosas que no aportan alegría y bendición.

Por ello, atrévete a dar al menos un pasito por fuera de la caja que te limita.
Anímate a formular una pregunta, pero que sea realmente para aumentar tu conocimiento.
No tengas miedo de las respuestas, porque la que sea que fuera, te servirá.

Al ampliar tu conocimiento, podrás descubrir más elementos para tu bienestar.
Si haces el ejercicio de mirar desde varios puntos de vista, estarás con mayor capacidad para disfrutar.

No suele ser fácil, porque la modorra y el costumbrismo paralizan.
El miedo, también.
Y de poco positivo sirven la multitud de excusas que puedas ingeniosamente (y/o estúpidamente) dar.

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