La historia comienza así:
En artículo del año 2002[1] se le da respuesta a una interesante pregunta sobre la sobrevivencia de la consciencia humana luego del fallecimiento físico. Se crea o se desmienta una existencia post mortem, la inquietud por ser vaciado de lo creemos que somos aterroriza al más valiente[2]; por lo que se reprime dicha duda, reprimiendo a su vez una de las experiencias más humanas: el sentido de la propia existencia.
En el año 2013 se amplía la respuesta utilizando una analogía tan genial[3] que sublima esa represión del sentido de la existencia del hombre mostrándole razones por las cuales el comportamiento humano debe ser cimentado con los valores sempiternos de la Bondad y Justicia, de felicidad, de experiencias gratas que quedaría registradas en esa memoria trascendente y eterna;, inmunizando al lector (¿con segundas intenciones?) de la respuesta ególatra y egoísta, que busca salvación en la doctrina o en la religión, sea mediante la adhesión o la creación de una nueva.
Pero además de las crisis existenciales tan vitales que han servido no solo de pasatiempo desidioso sino como medio de reacomodo de ideas[4], la respuesta de aquel artículo dejó entrever de que existe dos tiempos: uno tiempo donde el hombre se construye porque no es un ser acabado (que es en vida), y un tiempo donde el hombre llega a ser acabado; un “él mismo” después de su deceso (ese “sí mismo” está constituido por las experiencias que en la vida física se pudieron guardar en esa gran base de datos o de memoria[5] después del fallecimiento).
¡¿Interesante cierto?! Mientras el hombre vive físicamente se está construyendo a sí mismo; pero solo será él mismo cuando deje de existir en el plano material.
Bueno, se podría objetar que la fuente para las conclusiones viene de las enseñanzas de un maestro judío que utiliza a priori la tradición judía para sus análisis y explicaciones de la conciencia humana. Pero, para los desentendidos de la tradición judía o de la identidad del gentil ¿existirá alguna fuente secular, científica o filosófica que avale las conclusiones del gentil devenidas de las enseñanzas del maestro judío?
El Dr. Viktor Frankl, en su exposición sobre “Transitoriedad de la Existencia”[6], utilizando la analogía del reloj de arena, mostraba que el futuro es como la base superior del reloj, y el pasado es su base inferior; siendo así, el cuello del reloj por donde pasa la arena es el presente, ubicando allí la existencia humana y toda su experiencia. Toda la respuesta humana (y las acciones del hombre) a lo que su continuo presente le va presentado, queda eternizado, tal cual como queda estática la arena del reloj en su base. No hace falta que el hombre “haga eterno” ni su vida ni sus respuestas que en vida dio con su experiencia humana a lo que se le presentó, sino que tanto su pasado así como sus acciones quedaron por si solas eternizadas. Aunado a esto, continuó señalando lo siguiente:
¿Qué pasa ahora cuando el reloj de arena, que durante todo este tiempo nos sirvió de símil, ha cumplido su ciclo?. ¿Qué sucede cuando el tiempo ha terminado de correr, cuando la existencia ha terminado de correr, cuando ha concluido definitivamente? Este es el caso de la muerte.
En la muerte todo se ha vuelto inmóvil, no hay nada disponible, ya nada está a disposición del hombre, ningún cuerpo y ninguna alma está ya a su servicio: llegamos a la pérdida total del yo psicofísico. Lo que queda es solamente el “sí mismo”, el “sí mismo” espiritual. Después de la muerte el hombre ya no posee su yo, no “posee” nada más, solamente “es”: es su “sí mismo”.
Y si se afirma que en la muerte el hombre, acaso el alpinista que despeña por la montaña, contempla su vida entera como una ráfaga de secuencias fílmicas con terrible rapidez ante sí, entonces podríamos decir: en la muerte el hombre se ha transformado en la película misma. El es ahora su vida, su vida vivida; él es su propia historia, tanto la que él mismo forjó como aquella que le sucedió, así también sucede que él es su propio cielo y su propio infierno, según sea… En la muerte, el hombre no tiene vida pero en cambio es vida. Y la vida que fue y que “es” ahora ya no nos puede molestar; pues sabemos que el haber existido es la forma más segura de ser….
Pero esto nos lleva al mismo tiempo a una segunda y doble paradoja: pues cuando decíamos que obrando introducíamos algo en el mundo al incorporarlo a la existencia en el pasado, es el hombre quien, ante todo, se ubica a “sí mismo” en el mundo y, por lo tanto, no es introducido en el mundo en ocasión de su nacimiento, sino que no se ubica en el mundo hasta que muere.
Pero si pensamos que es el “sí mismo” lo que con la muerte coloca el hombre en el mundo, ya no nos sorprenderemos de esta paradoja. Pues el “sí mismo” realmente no “es”, sino que “deviene”. De manera que no podrá “ser” hasta que haya devenido, o sea, cuando este perfectamente acabado. Y no estará acabado hasta el momento de la muerte…
¿Interesante no? El Dr. Frankl filosóficamente evidencia una especie de “existencia del pasado” que queda registrado en una mega memoria. Y no solamente eso, sino que esa “gran base de datos” de lo que fue un hombre, termina convirtiéndose en “un hombre acabado”. No más crisis existenciales, no más dudas, sino solamente ese ser construido por él mismo; hombre que se revelará cuando físicamente expire. Y ese «sí mismo», sin mascaras y sin falsos «Yo», lo compone toda la vida trascurrida del hombre, eternizada en un pasado; lo que hace que el hombre sea «sí mismo» cuando arroja al mundo su vida vivida tras su muerte, y no con su propio nacimiento.
Si…ya lo sé. Seguramente el lector me recordará que las obligaciones del gentil están en actuar más en lugar de naufragar en pensamientos abstractos, pues hay un mundo afuera que enderezar, y que el mismo no se mejorará por sí solo con disertaciones sin acciones; y llamará a mi memoria la antigua enseñanza de los sabios: “Hombre, ya que existes…cumple la función para la cual has sido creado…has todo lo que puedas por ser quien puedes llegar a ser…constrúyete a cada instante, no te abandones en la indolencia o el pesimismo o el vacío idealismo, porque si así hicieras…es mejor que no hubieras sido creado….[7]”
Y tendrán razón los lectores, pero… ¿No maravillan estas conclusiones? ¿No revelan cuan maravillosa es la existencia humana y la inconmensurable psiquis, al punto de revertir el nihilismo negativo hacia un existencialismo con sentido? ¿Lograr ver con otro entendimiento la propia vida y las propias experiencias vividas no resulta en sentimientos placenteros por haber nacido como un humano?
No lo sé el lector, pero a mí me deja boquiabierto tanta maravilla. Y ha esto, ¿Cuál es el beneficio para el Noájida de tanto discurso bizantino?, porque antes de publicar este pequeño ensayo, se me pregunto sobre su funcionalidad practica. Podría ser ese despertar de amor por la vida, por querer ser más consciente de las acciones, por querer ser más en lugar de tener más, compartir publicamente la maravilla sentida por la complejidad que es la psiquis del hombre (casi un universo inmaterial) o simplemente como pequeño aporte a los Noájidas nihilistas inconscientes que no encuentran sentido en casi nada, existiendo estática y autómatamente.
Pero por encima de mis propios sentimientos de placer por la maravilla que es un hombre, termino haciendo eco de las razones del artículo mencionado:
“Llenemos nuestra memoria trascendente con buenos recuerdos, de actos de bondad y justicia, de fidelidad, de experiencias agradables, de disfrutar de lo permitido, de alegría, de placer apto, para que tengamos una memoria y conciencia eterna de verdadero paraíso. Si hacemos esto, también estamos compartiendo el bien y la bendición con el prójimo, preservando así una huella de vida más allá de la muerte física.
¡Pura ganancia! ¡Pura vida!”
Su amigo
Luis D. Perez Ch.[8]
[1] http://serjudio.com/rap1001_1050/rap1034.htm
[2] Cierto que puede ser analizada como “sensación irreal de impotencia” que es paliada por el EGO humano, dando como resultado los adefesios doctrinales y religiosos harto conocidos por todos. Sin embargo, cuando me refiero a ese terror, lo hago en el sentido de que dicha duda también puede hacer reflexionar al hombre sobre una mejor administración de su tiempo, de su familia, de su trabajo, etc; es decir, generador de buenos valores y no únicamente como detonante de una reacción Ególatra. Al fin y al cabo, esa duda no deja de ser parte exclusiva de experiencia humana, pues aun ningún animal se ha preguntado a sí mismo sobre el sentido o las razones de su propia existencia.
[3] http://serjudio.com/personas/etica/memoria-y-conciencia-tras-la-muerte
[4] http://fulvida.com/2014/12/25/quien-soy-yo/
[5] http://fulvida.com/2013/10/31/inmortalidad-y-alma-aryeh-kaplan/
[6] « La Voluntad del Sentido » Conferencias Escogidas sobre Logoteripia. Pag 56-57. Invito al lector a su letura integral
[7] http://serjudio.com/dnoam/rap83.htm
[8] El autor del artículo no es judío. Las ideas cuenta con autorización y revisión previa de Serjudio.com
Gracias Luis. Interesante ahora que uno de mis cuñados está estudiando sobre Freud.
Abrazo