"…el sacerdote verá la llaga…"
(Vaikrá / Levítico 13:30)
La persona no tarda mucho para ver las faltas ajenas,
pero es tan difícil que vea las propias.
Parece tener una percepción mucho más fina y clara
respecto a las taras ajenas,
que a las propias,
tal como si lo lejano se amplificara y lo próximo fuera turbio.
¿Por qué será que esa propensión tan humana nos aleja del paraíso?