Shabbat: Kislev 11, 5767; 2/12/06
Un comentario de la Parashá Vaietze (Bereshit 28:10 – 32:3)
En todos tus caminos
Shabbat: Kislev 11, 5767; 2/12/06
Un comentario de la Parashá Vaietze (Bereshit 28:10 – 32:3)
En todos tus caminos
El mundo habla de la «Biblia».
Ajenos opinan, positiva o negativamente, acerca de ella.
Extranjeros emiten sus crasas interpretaciones, disfrazándolas de erudición.
Lejanos la sienten como si fuera de su heredad.
Almas atormentadas la memorizan y repiten cual grabadora.
Extraños se sienten identificados con sus personajes, y hasta tienen el atrevimiento de considerarlos propios, de su familia, de su «religión».
Apartados creen descubrir mensajes secretos, enigmas proféticos que validen sus torpes mitos de dioses humanos.
En fin, la lista sería larga… muy larga y plena de tristeza y error.
El hecho cierto es que la Torá es heredad exclusiva del pueblo judío, pues esa es una porción que el Eterno nos ha conferido a perpetuidad:
«Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel.»
(Devarim / Deuteronomio 4:44)
Shabbat: Kislev 11, 5767; 2/12/06
Un comentario de la Parashá Vaietze (Bereshit 28:10 – 32:3)
En todos tus caminos
El mundo habla de la «Biblia».
Ajenos opinan, positiva o negativamente, acerca de ella.
Extranjeros emiten sus crasas interpretaciones, disfrazándolas de erudición.
Lejanos la sienten como si fuera de su heredad.
Almas atormentadas la memorizan y repiten cual grabadora.
Extraños se sienten identificados con sus personajes, y hasta tienen el atrevimiento de considerarlos propios, de su familia, de su «religión».
Apartados creen descubrir mensajes secretos, enigmas proféticos que validen sus torpes mitos de dioses humanos.
En fin, la lista sería larga… muy larga y plena de tristeza y error.
El hecho cierto es que la Torá es heredad exclusiva del pueblo judío, pues esa es una porción que el Eterno nos ha conferido a perpetuidad:
«Ésta es la Torá que Moshé [Moisés] puso ante los Hijos de Israel.»
(Devarim / Deuteronomio 4:44)
No es Torá de las naciones, ni Torá abierta a quien se le ocurra transitar por ella.
Excplícitamente es la Torá que Dios entregó al pueblo judío.
¿O no es acaso lo que la propia Torá ordena? ((Con majestuosa misericordia el Padre celestial nos permite a los judíos compartir enseñanzas éticas y de crecimiento espiritual con nuestros hermanos noájidas. Pero que esto no se tome como derecho de las naciones para creerse dueños y señores de la Torá, que es heredad perpetua de Israel.))
Por otra parte, si prestamos atención y sin prejuicios al texto manifiesto de la Torá escrita, ¿de quién nos habla?
A partir del capítulo 11 de Bereshit/Génesis y hasta el final de los cinco tomos del Pentateuco se nos relatan sucesos de la historia del pueblo judío y mandamientos que atañen a él.
Es un libro de judíos, para judíos.
Casi cada párrafo a partir de Shemot/Éxodo comienza o contiene la fórmula: «Habla con los Hijos de Israel«, porque es la Torá de Israel…
Miremos las parashot de estas semanas, ¿de qué nos hablan?
De los inicios de nuestra nación, de los primeros patriarcas, del comienzo de la Familia de Israel.
Vemos problemas matrimoniales, brechas generacionales, conflictos entre hermanos, complots entre padres e hijos, enojos, herencias, bendiciones, esterilidad, tratamientos de fertilidad, esperanzas familiares, búsqueda de pareja, enfermedad, sepelios, compras de propiedades, crianza de hijos, rencillas, seducciones, bodas, circuncisiones…. un etcétera muy concentrado en un tema: LA FAMILIA.
Y no cualquier familia, sino la familia judía.
El gentil que lee estas historias, por supuesto que se puede ver retratado o identificado, puesto que son historias simples, cotidianas, de la vida normal.
NO encontramos grandes gestas heroicas, ni ceremonias fastuosas, ni portentosas prédicas, ni míticos héroes, ni proezas espectaculares, ni majestuosas gestas libertarias, ni revelaciones de ángeles y divinidades hollywoodenses…
Nada de eso.
La casi totalidad del relato de Bereshit trata de las vicisitudes de una familia (la judía) que vive en Este Mundo, y a veces no pierde de vista su Posteridad ((Digo a veces, porque algunos vecinos de la Familia, tales como Edom e Ishmael, seguramente no tenían su mirada puesta en el Otro Mundo, ni en la espiritualidad, sino en la más baja y cosificante materialidad sin sentido. Estos también FUERON miembros vecinos cercanos a nuestra Familia judía, aunque nunca formaron parte de ella y su santidad.))
Por ser historias cotidianas de familia, es que las personas se pueden reconocer con tanta facilidad en ellas.
Por supuesto que los patriarcas e hijos distinguidos de esta familia sirven como modelo de conducta para todas las personas que buscan ser equilibradas en Este Mundo y resplandecientes en el Mundo Venidero.
Por supuesto que parte de la tarea de la Nación Elegida es conducir a las naciones hermanas bajo la bandera de la Torá, alumbrados por la Luz del Eterno.
Por supuesto que el sediento de Verdad puede venir a beber de las aguas de Vidas que emanan de la Torám siempre y cuando comprenda y respete las reglas que han sido emitidas desde lo Alto y acate humildemente la palabra de los Sabios de Israel.
Apreciado lector, si has llegado hasta aquí probablemente te preguntes: ¿no es la Torá un libro acerca de Dios?
¿Por qué digo que trata de la Familia judía, si es un texto que trata de Dios?
Y mi respuesta es: ¿acaso el tema familiar niega el tema de Dios?
¿Es que no coexisten?
O más bien, ¿realmente al Padre celestial no se lo debe reconocer en cada momento, en cada circunstancia?
Lo enunció con inspirada sabiduría el proverbista:
«ReconóceLo en todos tus caminos»
(Mishlei / Proverbios 3:6)
Así vivían nuestros patriarcas, y por eso fueron la piedra fundamental de la Familia judía.
A cada minuto ellos encontraban la Mano de Dios, incluso en los sucesos más cotidianos, más habituales. Ellos tenían esa capacidad de percibir la Presencia de Dios, en todo, hasta en los acontecimientos más triviales de la familia.
¡Si eso aprendiéramos nosotros!
¡Si llegáramos a ese nivel de integración de lo material con lo espiritual!
¡Si vislumbráramos la eternidad rodeada de la cáscara de finita materialidad!
¡Si entendíeramos que en nuestras relaciones humanas (con la pareja, los hijos, los padres, los hermanos, los amigos, los vecinos, los enemigos, con todos) se juega nuestra porción de eternidad!
¡Si vivíeramos reconociendo la Presencia del Eterno constantemente, cuán agradable y maravillosa sería nuestra estancia terrenal, y cuán luminosa nuestra Posteridad!
Así pues, el mundo habla de la «Biblia», pero suele vivir ajeno a Dios.
Estamos llamados nosotros a hacer que el mensaje de la Torá tome cuerpo, se haga carne, se desarrolle en Este Mundo, para perfeccionar la existencia, para que los ciegos vean, para que los extraviados se orienten, para los muertos tengan vida.
Y esto se consigue de una sola forma, teniendo presente al Eterno en cada instante, para hacer lo que Él nos ha mandado:
«Al Eterno he puesto siempre delante de mí»
(Tehilim / Salmos 16:8)
Él nos manda el cumplimiento de sus mandamientos, la fidelidad a través del servicio a Él y la solidaridad con el prójimo. Él nos exige un estilo de vida que equilibre lo material con lo espiritual. Él nos indica que profundicemos en Torá, para que sepamos evaluar y actuar con corrección.
Con Torá y mitzvot, con aquello que te corresponde por heredad, podremos atraer Shalom a este mundo.
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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