Hace tiempo se viene gestando la esclavitud de los hebreos en Mitzraim.
Poco a poco, sin ser advertida, la espantosa situación se iba armando.
Esta semana, en la parashá VAIGASH, avanza de manera impresionante a la vez que ignorada.
Atiende a este párrafo por favor:
«Entonces Iosef [José] dijo al pueblo: –He aquí, hoy os he comprado, para el faraón, a vosotros y vuestras tierras. Aquí tenéis semilla; sembrad la tierra.»
(Bereshit/Génesis 47:23)
El judío de la corte se hace responsable por haber sometido a esclavitud al pueblo entero, a excepción de los dignatarios egipcios, los cuales permanecieron libres y bien alimentados.
Pero, para el pueblo en servidumbre el culpable de su situación no era faraón, ni un dios, ni los dioses, ni el FMI, ni la suba de las tasas en el Banco Central, ni… sino solamente el judío en el poder.
El judío que se jactaba de ser poderoso y de estar al servicio del más impresionante gobernante.
Cuando en verdad el judío no era más que un instrumento en los planes del rey.
Mira:
«Pero cuando el hambre se sentía en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamaba al faraón por alimentos. Entonces el faraón dijo a todos los egipcios: ‘Id a Iosef [José] y haced lo que él os diga.’»
(Bereshit/Génesis 41:55)
Muy astuto el que parecía ingenuo e infantil faraón.
Delegar todo en el judío.
Hacerlo la cabeza visible del sistema.
Que sea el judío el ministro de economía, y quien tenga que dar explicaciones, y quien sea el blanco de críticas e injurias.
Sí, para eso viene bien el judío.
Que es el extraño por antonomasia.
El extranjero que vive en nuestras tierras.
El que se las rebusca para sobresalir y elevarse por entre el resto de sus conciudadanos.
El judío, ese que es misterioso.
Que está acá pero es de otro lado y anhela otra patria.
El judío, ese que ni siquiera asimilado e integrado al medio social deja de ser judío.
¡Qué mejor que tener un judío en el gobierno para hacerlo trabajar de lo que mejor le sale: chivo expiatorio!
Así, un buen día el pueblo iba a despertar adolorido por su estado calamitoso y la revolución estaría en sus bocas y corazones.
Pero, la astucia del faraón ya le estaba defendiendo de ello, porque estaba el escudo a la vista del judío al cual acusar y decapitar en su lugar.
Tal cual fue, los judíos pasaron de ser nobles terratenientes a los más serviles entre la servidumbre.
No valían dos pesos.
Era filas de números camino a Auschwitz o similares.
¡Y a quién le importaba! (Hablando en general, no de casos puntuales).
Por el contrario, era motivo de regocijo… por fin se sacarían de encima a esos chupa sangres y los pueblos serían libres y dichosos.
Con esa idea se regodeaban las masas, actuando según el libreto de sus amos.
Castigando al judío y así manteniendo a sus verdaderos torturadores en el poder.
No sucedió una, ni dos, sino infinidad de veces.
Tal vez justo ahora esté pasando.
Pero, ¿y qué pasaba con los nobles, sacerdotes, ministros, dignatarios, etc.?
Aquellos a los cuales se les favorecía y no se sometía a servilismo.
¿Qué maniobra psicológica podría ocasionar que ellos también fueran partícipes del antisemitismo de las masas?
Se me ocurren al menos tres propuestas:
1- Porque son cómplices del plan macabro y ellos también usan al judío para que sea “el judas”, y por tanto merecedor de todo maltrato.
2- Porque ellos envidian al judío, que por mérito propio asciende y es noble; a diferencia de aquellos que solamente heredaron sus renombres y son insignificantes por sus hechos.
3- Porque también son parte de la masa manipulada por el centro de poder, y por tanto deben odiar al judío y hacerlo culpable de todo; para que no desentone con la jauría.
Seguramente hay otras respuestas que expliquen la participación de los nobles en la maldad anti judía.
En resumen, ¿qué podemos aprender para mejorar nuestra existencia?